Curar las heridas

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SANTOS:

Todo paso tan rápido, él la siguió, yo también. Me empujó para evitar que me acerque, le devolví el empujón, y comenzamos a pelear.
Para ser sinceros me desquite y yo lo golpee primero, el golpe lo desestabiliza, casi cae al suelo,  pero logra sostenerse en pie, y me devuelve el golpe, un derechazo directo al rostro. No recuerdo la última vez que tuve una pelea, pero esta definitivamente era de vida o muerte.

 No recuerdo la última vez que tuve una pelea, pero esta definitivamente era de vida o muerte

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-¡Ey Idiotas! Paren ahora mismo. -nos grita Bárbara, pero ninguno de los dos estábamos dispuestos a ceder.

-¡Te lo advertí! -reclama él, me da un izquierdazo y me arroja al suelo. Se monta sobre mí, trato de defenderme lo más que podía.

-No me voy a alejar. -le respondo, forcejeamos, finalmente le propicio un golpe directo al estómago, me lo quito de encima. Tomo aire.

-Pues entonces... atente a las consecuencias. -amenaza de vuelta, su voz sonaba entrecortada, el golpe que le di lo debe de haber dejado sin aire también.

-¿Solo sabes amenazar o que? -lo provoco, me levanto, él se enfurece, se levanta también y se abalanza de vuelta, pero me defiendo de su ataque, intento tumbarlo nuevamente, pero me toma por sorpresa y me golpea de vuelta en la cara, por poco y me golpea en la nariz. Ninguno de los dos estábamos dispuestos a ceder, éramos conscientes de que había un tumulto de gente observando el show, pero ni eso bastó para detenernos.

BÁRBARA:

Esto se salia de control, me desesperé y lamentaba el hecho de que ya no llevaba conmigo mi revólver, la Bárbara de antaño, hubiese disparado para intentar separarlos, todos se detenían cuando escuchaban un disparo. Pero no estábamos en el Arauca Bárbara. ¿Qué haría una persona normal y civilizada en estos casos?.

Miro al rededor, gente expectante del pleito mirando divertidos, sin embargo nadie se movía para separarlos, me alejo, voy hasta el guardia del restaurante, llegamos de vuelta al cuadrilátero, Justo en el momento en que Pablo golpeo a Santos que se estrella por la pared, el guardia toma a Santos y yo me pongo en medio.

-¡Suficiente! -digo molesta mirándolos amenazantes. -¿Se dan cuenta del ridículo que están haciendo? ¿Y ustedes que miran?  ¡Se acabo el show! -la gente murmura y retoman su camino. -Pablo vámonos... -ordeno, Pablo asiente, miro a Santos que respira agitado, de su nariz chorreaba algo de sangre.

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La Diosa del RíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora