Lazos de Sangre

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SANTOS:

Llegue lo mas rápido que pude al Altamira, sin detenerme por nada, sin hablar con nadie, a penas salude a los muchachos que estaban podando en la entrada.
Los niños me reciben con abrazos.

Los niños me reciben con abrazos

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-Ey... ¿Niños como están? -pregunto poniéndome a la altura de los pequeños. -¿Están bien? -los examino a cada uno y suspiro aliviado, ¿en que estaba pensando? Marisela no les haría daño jamás.

-Mami. -dice la mas pequeña abrazándose a mi. La voz le sonaba en un hilo, se me encogió el corazón.

-Si chiquita, pero ya mami esta bien. -la abrazo fuerte al igual que a los dos pequeños. -¿Porque no van con más muchachas a jugar? ¿Si? papi va a ver a mami. -la sola idea de jugar, los emociona. Los tres van junto a las terneras para poder jugar.

-¡Casilda! -saludo entrando. -¿Dónde está Marisela?

-La señora esta en su habitación. No ha querido salir...  Ni comer, ni ver a los niños. -respondió, la angustia era notoria.

-Tranquila Casilda... Voy a verla, manda a uno de los muchachos a que avisen a tía Cecilia que ya estoy aquí. -ordeno por último antes de ingresar al cuarto.

 -ordeno por último antes de ingresar al cuarto

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-Marisela... -al ingresar, centro mi vista en ella y nunca imagine verla así. Yacía sobre la cama, despeinada, pálida, cubierta por una sabana, y las muñecas de ambas manos vendadas, me acerco sintiéndome una peste humana y me siento a un lado de la cama. -Marisela, soy yo... Santos ¡Mírame! -esta con la mirada perdida como ida. -¡Marisela por favor! ¡Dime algo! Marisela... Lamento tanto esta situación, soy el culpable de esto. Yo de verdad quería hacerte feliz mi niña, pero soy tan idiota... Lo reconozco, no quise lastimarte. No quise que esto ocurriera, que pasara así, ser el culpable de esto. -tomo su mano y miro su muñeca vendada, ella seguía sin mirarme, sin reaccionar, casi ni pestañeaba, con la mirada gacha acaricio con suavidad su mano.

La Diosa del RíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora