Malos augurios

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SANTOS:

Después de la discusión con Marisela, no hay persona que no estaría con los pelos de punta, preferí no ir en este estado junto a los niños, necesitaba calmarme, pensar en lo que iba a decirles a los pequeños, sin lastimarlos.
¿Existe algún manual para este tipo de casos? Porque ahora mismo necesito uno que me guíe acerca de como decirle a unos niños que sus padres estan ya desde hace tiempo separados, y que ahora su madre se irá de la casa, sin sonar duro y sin lastimarlos.

Con las ideas enredadas me dirijo a la cocina, necesito un vaso de agua para poder despejarme.

Con las ideas enredadas me dirijo a la cocina, necesito un vaso de agua para poder despejarme

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Ingreso a la cocina y veo a Casilda lavando los trastes.

-Buenas, Patrón... ¿Se le ofrece algo? -pregunta, brindandome una amable sonrisa, aunque algo forzada le respondo de la misma manera.

-No, gracias Casilda... Solo vengo por un vaso de agua -replico tomando el vaso, y luego la jarra para poder servirmela-. Casilda eh... ¿Has visto a los muchachos? Necesito hablar con ellos. -agrego mientras la observo y doy un sorbo a mi agua.

-No, Patrón... Los muchachos aun no regresaron de la faena, pero a penas lleguen los mando a llamar -Alega, mientras cargaba unos platos ya limpios, de repente uno de ellos se resbala y cae al piso, quebrandose en miles de pedazos-. ¡Mi Dios del cielo! -Casilda se exalta de repente.

-¿Qué pasa Casilda? Tranquila... No pasa nada -me preocupé un instante al verla en ese estado, dejo sobre la mesa mi vaso y me acerco para ayudarla a cargar los demás platos, los dejo sobre la mesa. Casilda toma la jarra y vierte el agua, haciendo que caiga al suelo, sobre los trozos de vidrio del plato, dibujando una cruz-. ¿Qué haces Casilda? -la observo arqueando las cejas, era la primera vez que veía a alguien hacer eso.

-Se rompió un plato, Patrón... Y es de mal augurio -exclama Casilda alarmada.

-Ay Casilda... ¿No crees que ya estas un poco grande como para creer en ese tipo de supersticiones? -me quejo, sigo siendo el mismo escéptico de siempre, no se como la gente puede creer en viejas supersticiones, de veras-. Deja y te ayudo a recoger esto -me agacho como para poder ayudarla.

-No, no, no Patrón, no hace falta... Mire que se puede cortar, deje yo lo recojo, voy por la escoba y la pala -agrega Casilda. Me levanto de vuelta y tomo mi vaso con agua, me encojo de hombros. Casilda desaparece en cuestión de segundos, observo el suelo con los vidrios rotos y niego con la cabeza, me alejé de la cocina y me acerco a una de las ventanas que daban con la vista a la entrada de la casa grande, bebo un trago más de agua.

La Diosa del RíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora