Enemigos sueltos.

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BÁRBARA:

-¿Cómo que te vas? ¿A dónde? -vuelve a preguntar Santos y la verdad no tenía ganas de responder sus preguntas.

-Me voy por unos días, eso es todo. -contesto de mala gana.

-Pero...

-No hay peros.

-Bárbara... -dice, Marisela carraspea con la garganta. Por poco y nos olvidamos de que no estábamos solos.

-Cuídate mama. -me abraza y le correspondo.

Me despido de Marisela y de los niños

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Me despido de Marisela y de los niños. Me marcho de Altamira sin siquiera despedirme de Santos.
Me encuentro con Pablo en el puerto, y nos disponemos a abordar el bongo para volver a la capital a arreglarlo todo. Poner en venta los departamentos y mudar las cosas que faltan.

-Estás pensativa hoy. -me susurra al oído y me siento estremecer.

-Un poco. -digo seria, siento sus manos envolverse por mi cintura, me muerdo el labio inferior y esbozo una sonrisa.

-Mmm ¿Y se puede saber en que piensas?

-En que antes de volver al Arauca, tengo que volver a la misión... ¿Me acompañarías? -lo miro, asiente feliz.

-Hasta el fin del mundo, siempre quise acompañarte pero nunca me has dejado. -pone una carita de pucherito. -Además tengo que agradecer personalmente a la misionera por haberte cuidado. -me da un suave beso en la frente.

-Te agradara conocerlos, son únicos...

-Tu eres única. -me vuelve a susurrar.

-¡No lo soy!

-¡Que si!

-¡Que no! -Y ahí estábamos de nuevo, jugueteando como unos niños.

-Te he dicho que si. -sonríe y me hace cosquillas

-Jajaja Pablo no, det-ente Pablo. -río y me separo para escaparme de sus cosquillas.

-Me gusta verte reír. -confiesa y me mira atentamente.

-A mi me gusta que me hagas reír. -me siento de vuelta a su lado y lo miro a los ojos.

La Diosa del RíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora