Antes de tiempo

602 35 4
                                    

MARISELA:

No pude volver a pegar un solo ojo, al lado mío estaba él, observaba a Gonzalo dormir como una piedra. Estaba inerte sobre la cama, con unos ronquidos espantosos, decido salir del cuarto o lo mataría con mis propias manos en este momento, no veo a Destefano por alrededor. Y eso me relaja, ojalá no lo vea en todo lo que queda del día, no quiero que me vea así, sucia.

Salí solo un instante a tomar algo de aire. Ah, y claro... Aprovechar para enviarle un telegrama a mi querida Madre. En realidad quería decirle cuanto lo sentía, aunque no le expresaría ni contaría todo, solamente contarle que la entiendo, que ahora la entiendo. Se preguntaría el porqué de mi actitud extraña, y ya me imaginaba las preguntas luego.
Todo iba bien hasta que lo vi, a él.

 Todo iba bien hasta que lo vi, a él

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

A Destefano... Él no me vió, porque me oculte y lo observé a lo lejos, aun no puedo creer que él sea algo de Gonzalo. Son tan distintos el uno del otro, él está bebiendo café con gesto pensativo, daría lo que fuese por saber en que esta pensando.

Pero simplemente esta vez no me permito acercarme, si es algo de Gonzalo no debe de traer algo bueno entre manos, y debo de advertir a mi madre. Voy lo más rápido que puedo para poder enviar un telegrama. Ella debe de saber, tiene derecho a saber, y yo no me animo a decírselo directamente, así que le enviaré un mensaje anónimo. Y que pase, lo que tenga que pasar.

SANTOS:

El silencio es duro, demasiado duro. No aguante mucho tiempo, le hablé primero pero fracasé en el intento, me sigue ignorando y no sé qué hacer para que me hable, sonría o lo que sea. Así que solo se me ocurrió una cosa, antes de que ella se fuera de la Hacienda, salí en busca de Pajarote.

-Pajarote ¿Y? ¿Pudiste encontrarlo? -consulto.

-Todo bajo control patrón, está en las caballerizas -sonríe, asiento y ordeno una última cosa:

-Ensilla al caballo, y prepara también el de Bárbara.

-¡Si patrón! -exclama tras un gesto con las manos, y desaparece de mi vista.

Ingreso a la casa grande, los niños ya están despiertos, venían bajando las escaleras, los saludo con un beso y abrazo a cada uno; luego me fijo en que Bárbara estaba con la más pequeña, estaban listas para desayunar juntas, se les unen Félix y Lorenzo, me quedo recostado viendo la tierna escena, no puedo negar que me mata viéndolos juntos, es el cuadro perfecto.

Edith fija su vista en mi y sonríe, Bárbara también lo hizo y me invitan a sentarme con ellos. Pasamos un agradable momento, desayunando entre risas por las ocurrencias de los niños, no desaprovechaba el momento para mirarla a ella, estaba ruborizada, sonriendo con ellos. Preciosa.

-Bueno niños, me encanto el desayuno, pero ya tengo que volver -Bárbara se excusa para poder marcharse, yo sé que lo hace porque le incomoda mi presencia.

La Diosa del RíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora