Thaile
El graznido de los pájaros me arranca de un sueño turbulento, pegada al volante, el cuello torcido y la espalda agarrotada.
Me estiro con un suspiro áspero, los músculos entumecidos por la tensión de la noche anterior. El suelo bajo el auto aún conserva rastros de rojo, así que me agacho a cubrirlos con tierra y hojas, como si pudiera enterrar lo que pasó.
Como si bastara.Al llegar al departamento, me quito la ropa con manos temblorosas y me encierro en la ducha. El agua cae como una sentencia, se tiñe de carmesí y corre por el desagüe mientras froto mi piel con furia, como si pudiera arrancarme la noche a tiras.
Sigo oliendo a muerte.
Sigo oliendo a él.Envuelta en el albornoz, lanzo la ropa a la lavadora, añado lejía y activo el ciclo más largo.
Lo observo girar.
Como gira mi cabeza desde que apareció Marc, Blanca y el niño rata.
Ese crío con los ojos vacíos que me recuerda demasiado a mí. No tengo nada que darle. No tengo instinto maternal. Ni siquiera tengo un futuro.
Y aun así... no puedo dejarlo atrás.Me sirvo un smoothie de arándanos que no tengo ganas de beber y me obligo a mirar las noticias.
Ahí está.
Marc.
El escándalo.
Mi escándalo.Reproducen fragmentos censurados del video y me llaman de todo. Mujerzuela. Oportunista. Víbora.
No me molesta lo que dicen. Me molesta lo que no saben.
Y más aún, lo que yo no termino de entender.El timbre suena. Me congelo.
La paranoia se activa como un resorte.Camino hacia la mesita de noche y tomo el arma sin pensarlo. La sostengo con fuerza, lista para cualquier cosa.
Pero cuando miro por la mirilla, lo que veo me revuelve las entrañas de una forma que no esperaba.Marc.
Con un traje demasiado bien ajustado.
Con esa maldita sonrisa de niño culpable.
Con una caja rosa en la mano que reconozco al instante.Me odio un poco mientras escondo el arma y voy a colocarme los lentes de contacto azules. Parte de mí quiere gritarle.
Otra parte... no tan racional, quiere tirarlo contra la pared y acabar con toda esta tensión de la forma más carnal posible.Me acomodo el albornoz, respiro hondo, y abro la puerta.
Su sonrisa me golpea como un recuerdo. Cálida. Un poco torpe. Una grieta en su armadura.
—¿Macarrones? —pregunto, arqueando una ceja.
—Blanche me dijo que eran tus favoritos...
—Sí. Cuando tenía como diez años —respondo con sequedad.
—Bueno, no puedes negar que son una buena ofrenda para pedir perdón.
—Seguro... —suelto, sabiendo que si me permito sentir algo, lo voy a perder todo.
Y aun así, me hago a un lado—. Adelante.Lo dejo pasar, y siento cómo su mirada me recorre como un tatuaje.
Se detiene en mis piernas, en la piel aún húmeda bajo la bata, en la tensión que se disfraza de cortesía.
Luego, esos ojos que odio por lo que me hacen sentir suben hasta encontrar los míos.Y por un segundo, ninguno de los dos respira.
Porque sabe.
Y yo también.Que esto nunca fue solo sexo.
Y que tal vez, sin darnos cuenta, ya cruzamos la línea sin retorno.Deja los dulces sobre el escritorio sin cuidado, como si no importaran.
Y no importan.
Porque lo único que pesa en esta habitación es lo que no se dice.Nos sentamos en el sillón. Apenas toco el respaldo cuando su mano se posa sobre mi muslo, firme, demasiado segura, como si aún tuviera derecho a tocarme.
Me obligo a apartarla con suavidad, aunque por dentro la violencia me carcome.
Quisiera quebrarle los dedos.
O arrancarle la ropa.
No estoy segura de cuál deseo más.

ESTÁS LEYENDO
Tras de ti
Mystery / ThrillerElla tiene un objetivo: ir tras él. ¿Pero qué pasa cuando la leona empieza a compadecerse de su presa y comienza a verlo con otros ojos? Él, un político que está a punto de ascender junto a su partido, sin imaginarse que, a ciegas, le ha abierto las...