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Thaile.

Llegamos al restaurante con techo de cristal y vajillas extravagantes, donde Blanca y el niñato ya están instalados junto a Elías, quien los alcanzó. Rosie se detiene al ver a Nicolás, y ambos se quedan mirando, como si estuvieran descubriendo algo nuevo en el otro.

La niñata por fin se atreve a saludar a su abuelo y luego a Blanca.

—Princesa, te presento a un amiguito, Nicolás —dice Blanca, señalando al niño.

Los rostros de Rosie y Nicolás se ruborizan al estrecharse las manos, y Nicolás casi deja caer un vaso mientras intenta tomar la mano de Rosie.

—Mucho gusto, princesa —dice él, con una inclinación casi teatral.

—Rosie... —responde la niña, mientras todos a su alrededor se enternecen. Yo, en cambio, tengo que contener la risa.

—Límpiate la baba —le murmuro al niñato mientras paso a su lado.

Él solo tuerce los labios mientras se sienta junto al señor secretario.

—De verdad estoy muy feliz, Lena —comenta Elías de repente—. Después de lo de hoy, no me quedan dudas de que serás una compañera increíble para mi hijo.

—¿Oh? ¿Tenía dudas, señor? —pregunto, interesada.

—Sí —admite—, pero no por usted, sino por él.

Frunzo el ceño.

—Ignóralo, por favor —me pide su hijo, y eso es lo que hago.

Roger también llega al lugar, esta vez un poco más relajado. Le da una palmadita en la espalda a su padre y saluda alegremente a su sobrina, que sigue actuando tímidamente.

Escaneamos el menú, y me causa risa ver a los niños sentados en sus asientos, cohibidos y sin saber qué hacer. Los platos gourmet que nos sirven parecen demasiado elegantes para mi gusto, y sé que me quedaré con hambre. También descorchan una botella de champagne y la sirven en finas copas, mientras que a los niños les traen vasos de soda.

El ambiente me parece ridículo, como si estuviéramos cenando como una familia funcional, pero el momento no dura mucho, pues la conversación gira en torno a la rueda de prensa.

—Bienvenida a la familia, cuñada —dice Roger, levantando su copa.

Le devuelvo el gesto y terminamos la cena. Nos dirigimos de regreso a la mansión, donde Rosie invita a Nicolás a su cuarto de juegos, que incluye un cine en casa, con Blanca acompañándolos.

Solo Roger pregunta por Charlotte, y Alice responde que está en su habitación con jaqueca. Tengo que esforzarme para no soltar una risa ante la noticia.

Elías y Roger también se pierden en el laberinto de la casa, dejándonos solos a Marc y a mí en uno de los salones con estilo victoriano.

—¿Algo de beber, ma chérie? —me pregunta con una sonrisa seductora, acercándose al bar esquinero.

—Seguro.

Descorcha una botella de vino blanco y sirve dos copas con un gesto elegante. Me las ofrece con una mirada que promete más que simples palabras.

—Salud —brindo al recibir la copa.

—Por ti y por mí —choca suavemente su copa con la mía—. Por lo nuestro.

Nuestros labios se encuentran en un beso cargado de deseo, y me doy cuenta de lo intenso que puede ser. Nuestras lenguas se encuentran en un juego de sutil provocación que me hace estremecer. Un escalofrío recorre mi cuello y hombros, provocándome una reacción involuntaria.

Tras de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora