3. Ángel

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Harry's POV:

Debía ser una maldita broma. 

En el momento que escuché su voz y la vi me acordé de ella. Skylar. Bendito sea Dios, qué mujer.

Nuestra noche en el club fue una de las mejores en mi vida. La conexión que tuvimos, los gustos, los fetiches, los toques, cada movimiento que dimos fue natural y excitante. Estuve como un estúpido hormonado esperando que los siguientes fines de semana se apareciera por el club, pero ella nunca regresó. Hasta hace un mes había asimilado que jamás volvería a follar tan bien con alguien como ella.

Y ahora, oh, estaré condenado… mi perdición regresa y de la manera más prohibida posible. Mi alumna. Mi jodida alumna. Una muchacha a la que le llevo casi diez años, se supone que debo enseñar baile y hacerme responsable de su bienestar.

Carajo, podía hacerme cargo de su bienestar de otras maneras…

Me había jodido a mí mismo al ponerla de pareja con ese niño de tatuajes, pero debía hacerlo por las tan buenas críticas que había oído de Skylar. Necesitaba ver cómo se movía con un compañero, la química y su naturalidad. Elegí el niño más feo, según yo, aunque a Skylar pareció encantarle.

Se pusieron a bailar de manera candente. ¡Oh, señor, yo la tuve una vez así también! Esas caderas que aprietas, jovencito, las besé yo, maldita sea. No pude contenerme y no meterme entre los dos para enseñarles cómo se hacía. Realmente fue una excusa para saciar mis ganas sexuales frustradas de tener su cuerpo cerca una vez más. Hacía dos meses no tenía sexo y culpaba de manera patética a Skylar por eso.

De entre todos mis estudiantes, Skylar, el idiota de tatuajes, el otro Calum y una morena eran los que más me gustaban y los que más veía en la competencia. Tenían el talento natural, sin forzar, eran sensuales y elegantes a la vez. No hay mejor combinación que aquella.

—¡OK, chicos, buen trabajo hoy! —Me despedía de los jóvenes mientras ellos caminaban exhaustos hacia sus casilleros—. Los veo el miércoles. Sean buenos.

Di una mirada sobre mi hombro a la vez que yo caminaba a mi oficina. Quería saber si Skylar y el de tatuajes, al cual apodaré el delincuente por tanta tinta que llevaba hasta el cuello, estaban conversando. Para mi miserable suerte así era. La castaña le sonreía mientras el chico le decía algo sacando su bolso de su casillero.

No se vería humanamente legal que me quede a espiar a mis alumnos, así que ingresé a mi oficina, tomé la pequeña toalla de mi escritorio y me la pasé por la nuca. Estaba exhausto. Me dolía la garganta de dar tantas indicaciones en voz alta, pero necesitaba este empleo. La paga era más que buena y dinero era lo que necesitaba más que nunca. 

Tomé mi celular de la mesa y le di una chequeada: mensajes y llamadas perdidas de mamá. Me tensé. Eso significaba problemas. 

Ingresé a sus mensajes sintiendo de inmediato cómo se me bajaba la presión al leer sus textos. 

Hijo, te estuve llamando. A tu papá le dio un ataque, otra vez. Esta vez la doctora dice que la cirugía le urge y ya no debe ser aplazada. Estamos en el hospital, por favor ven cuanto antes”. 

Mierda. Hace como medio año papá se había puesto mal del corazón. Necesitaba ser operado, pero el seguro no cubría lo suficiente y eran cantidades ridículas de dinero que yo no tenía de dónde carajos sacar y mis padres sin empleo mucho menos. Intentamos regularlo con pastillas y calma, pero parece que ya no está aguantando más.

Antes que pudiese mascullar una maldición, la puerta de la oficina fue tocada tres veces. Alcé la cabeza. Skylar se encontraba en el marco, observándome. 

Dirty DancingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora