48. Natasha

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Skylar's POV:

Habíamos llegado al hospital de alguna manera sobrenatural. Aunque haya sido yo la que manejó, mi cabeza se encontraba en las nubes ideando un plan sobre cómo calmar a Harry.

—Mamá ya está con ellos, ángel —le había dicho apretando su rodilla—. Ella se encargará.

Mi mamá me contó por teléfono que la señora Styles se había desmayado en su casa de la nada y había empezado a convulsionar. Su esposo llamó una ambulancia y fue trasladada de inmediato a emergencias. Por supuesto, todos estaban más que confundidos sobre por qué a Natasha le había pasado eso.

Mamá se aseguró de que la atiendan con preferencia y apenas pisó el hospital. Fue ahí cuando ella me llamó. No teníamos más noticias de su parte, pero estaba segura de que la mamá de Harry ya debe estar siendo atendida por los doctores a este punto.

Mi ángel estaba mudo y con la respiración pesada, angustiado. Me causaba una bola de acero en el pecho pensar en cómo debía sentirse ahora mismo, pero intentaba verme calmada y con la cabeza fría para él.

Para cuando estacionamos el auto en emergencias, salimos a paso apurado hacia el edificio. Pregunté por mamá en la recepción y una enfermera que me conocía me guio hacia ella entre pasillos y ascensores.

La muchacha nos guió con un extraño andar, como nerviosa. Y ni entendí a qué se debía su actitud hasta que subimos al tercer piso y un nudo me quemó la garganta: era el área intensiva.

Tomé la mano de Harry por instinto y lo acerqué a mi lado mientras más puertas atravesábamos, mientras el olor a alcohol y químicos se volvía más intenso, el sonido del pulso de las máquinas manteniendo vivos a los pacientes no le hacían justicia a los latidos de mi corazón.

Hasta que un enfermero nos detuvo. "No Pasar", decía en el portón color madera.

Me congelé.

—Están con la doctora Ford —nos excusó la enfermera a su compañero de trabajo.

—Deben colocarse protección —le advirtió el joven.

Mi cabeza procesaba solo la mitad de la información. En un sueño borroso recibí una bata verde y me la coloqué entre tropezones con los oídos tapados. Guantes, gorra, mascarillas... telas esterilizadas cubrieron mi cuerpo de pies a cabeza, mas no mi angustia.

Después de una eternidad me concentré en Harry, parecía igual o más atontado que yo. Lo ayudé a amarrarse la bata por detrás sin decir palabra y aproveché aquel tacto para acariciar su espalda tensa. Dejé un beso en su hombro y continué nuestro camino siguiendo a la enfermera.

Al cruzar el portón marrón que se nos había negado antes, el hospital se volvió tétrico y un vacío me asaltó el estómago. Las habitaciones tenían las puertas abiertas y eran pequeñas, solo había una cama en cada una. Una camilla inmensa con aparatos electrónicos conectados a una persona inconsciente, la mayoría entubada.

Las piernas me flaquearon. No podían decirme que Natasha estaba aquí.

Estuve confundida por unos segundos cuando la enfermera que nos guiaba se detuvo dos puertas adelante y nos ofreció su mano para ingresar a aquella habitación. ¿Por qué paró? ¿Por qué quería que entráramos ahí?

Pero al ver a mamá asomarse al marco de la puerta usando su uniforme y con dos mascarillas cubriendo la mitad de su rostro, excepto sus ojos, lo supe. El miedo la consumía. Brillaban como estrellas.

Natasha estaba dentro.

Harry reaccionó antes que yo: pasó por mi lado e ingresó al cuarto sin saludar a nadie. Yo no podía mover los pies del piso, no podía ni llegar a la puerta.

Dirty DancingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora