Dirty Dancing

46. Luna de Miel

Harrys POV:

¿Casarnos?

Skylar y yo.

Casados.

¿Qué?

La puerta del baño abriéndose bruscamente me hizo saltar sobre la cama y alejar el celular que inconscientemente había pegado demasiado a mi rostro. Alcé la mirada a Sky, quien venía secándose las manos con su abrigo.

—Estás pálido. —Frunció el ceño.

Me costó mil años separar los labios.

—¿Tienes algo que contarme? —Aunque intenté sonar severo, la voz me salió asustada.

Skylar lentificó su caminar por un segundo, ladeó la cabeza con curiosidad y me alzó las cejas sin perder la pequeña sonrisa característica en su rostro.

—¿Contarte? —dijo mientras se sentaba a mi lado.

Noté que sus ojos se clavaron en su celular en mis manos con los mensajes abiertos.

—Oh —murmuró—. Eso. Yo... iba a hablarte de eso.

Le moví las cejas pidiéndole en silencio que me explicase el disparate que acababa de leer.

—Bueno, es que tú sabes que soy ciudadana de este país —comenzó—. Por lo tanto, si es que tú... si tú fueses... si estuviésemos casados... tú también podrías tener un estatus migratorio legal y que te permita vivir y trabajar aquí.

El último tornillo se le zafó.

—Tienes veintiuno —le recordé.

—Lo hago por ayudarte, Harry.

—Pero es que —exhalé con más fuerza de la que estimaba—, Sky, ¿cómo nos vamos a casar por eso?

—Mucha gente lo hace.

—Pero entre tú y yo hay una relación surgiendo apenas —repliqué—. Casarnos no es un salto inmenso, es lanzarnos a un precipicio.

Mi chica bajó la mirada a sus manos.

—No encuentro otra manera de lograr que te puedas quedar a trabajar aquí —excusó—. Un permiso de trabajo demora meses, e íbamos a usar la ayuda de papá para que él mueva sus contactos y acelere el proceso a dos o tres meses, pero después de pelear con él ya no va a mover ni un dedo.

—¿Te peleaste con tu papá?

Ella asintió lentamente. Suspiré tratando de conservar la poca paciencia que me restaba en el cuerpo para no ser presa del pánico. Dejé su celular a un lado en la cama y apoyé mis codos sobre mis rodillas para reposar mi cabeza en mis manos. Me empezaba a doler el cerebro.

—Le dije que iba a quedarme contigo —contó—. Que te quería y que él no te conocía como yo, así que no nos iba a separar por más que me amenace e intente asustarme. No recibiré más de su ayuda.

La observé.

—¿Has perdido la cabeza?

Ella me devolvió la mirada.

—¿Por qué?

—Skylar, por más adulta que seas, nunca en tu vida has tenido que enfrentar un problema —le recordé—. Siempre has tenido el respaldo de tus padres, ¿y ahora quieres venirte a vivir a otro continente y sin su apoyo, sobre todo el económico?

—Puedo trabajar.

—Amor, no es lo mismo.

Estaba conteniéndome tanto por no perder los estribos y alzar la voz. Sabía que Skylar había hecho todo esto de buena voluntad, pero no era su decisión más inteligente.