Dirty Dancing

58. Una Locura

Skylar's POV:

Yo no entendía el porqué de muchas cosas.

Por ejemplo, no entendía por qué había aceptado venir a escalar pequeñas montañas y aventurarnos en un bosque con Harry un día antes de nuestra boda.

—Es que me amas —Styles se burlaba unos metros delante de mí—. No puedes decirme que no.

No pensaba discutir porque no gastaría el poco oxigeno que quedaba en mis pulmones. Me reproché a mí misma el tipo de condición física que llevaba. Aunque no iba al gimnasio, era una bailarina profesional y aguantaba bailar y agitarme por horas. ¿Por qué era diferente esto?

—Mi resistencia está malísima —jadeé—. Paremos, por favor.

Apoyé mis manos sobre mis rodillas y cerré los ojos tratando de respirar lentamente. La garganta la tenía seca y me dolía del aire frío. En medio de mi agonía, a lo lejos, oí los pasos de Harry acercarse a mí crujiendo con cada hoja seca que pisaba, venía a mi rescate.

—Ten —dijo a la vez que me extendía su frasco de agua.

El frío del atardecer me golpeó más duro que nunca. Llevábamos una hora caminando en este bosque que, debía admitir, era increíblemente bello y no podía creer que seguíamos en Nueva York. Salimos temprano en la mañana con solo una mochila en la espalda, tomamos un tren y llegamos a una nueva ciudad, donde comimos, paseamos, y casi cerca del atardecer, decidimos aventurarnos a este bosque. De día, todo lo que veías era verde, pájaros e insectos. De casi noche, unas luces en el césped alumbraban nuestro camino hacia la prometida cascada y laguna azul. Decían que de noche era aún más mágico, debido a las luces artificiales.

—Ya nos falta poco, se oye el agua caer —me animó—. ¿Tienes hambre?

Hice un sonidito de negación con la garganta mientras lo miraba sobre la botella y me acababa hasta la última gota.

—Yo sí. —Hizo una mueca al mismo tiempo que frotaba su estómago en círculos—. ¿Te sientes mejor?

Con toda la barbilla mojada del agua, le regresé su botella vacía, exhalé con fuerza y asentí.

—¿Cómo es que tienes tanto aguante? —quise saber.

—Cuando era más joven, mis amigos y yo éramos unos aventureros —comentó con una sonrisa creciendo en su rostro—. No había montaña muy alta o lago muy profundo para explorar.

—Demente.

—Regina era la primera que nos jalaba a eso —recordó—. Yo solo la seguía. Mi hermana no le tenía miedo a nada, era muy osada.

Sonreí sin separar los labios al descubrir algo más de su vida.

—¿Cuál fue tu aventura favorita? —quise saber.

Por un instante, el semblante se le oscureció, pero rápidamente regresó a la realidad.

—Creo que cuando salimos a Austria.

—¡¿Austria?! —exclamé.

—Mhm —sonrió—. Fue increíble. Muchos animales y el cielo era mágico de noche.

Lo dejé saborear entre sus recuerdos aquellos momentos. Los ojitos habían empezado a brillarle.

—No sabía que habías viajado tanto.

—No lo he hecho mucho —admitió—, pero una vez al año salíamos con los chicos y Regina. Cada año era mejor al anterior.

—¿No te gustaría volver a hacerlo? —inquirí—. Salir con tus amigos igual, una vez al año.