Capítulo 48.

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Mackenzie.

Hay dos cosas que me molestan, generando un punto de ebullición que me hace actuar sin medir las consecuencias. Uno de ellos es que piensen que las mujeres somos inferiores y la otra es que crean que puedan subestimar mi forma de ser.
Como siempre digo, papá no crío una princesa en apuros sino una guerrera dispuesta a tener sangre y mente fría en el caso de que deba pasar algo como esto.
En el momento que Vicenzo Sinagra se abalanzó sobre mi cuerpo queriendo abusar de mí, usé la técnica de defensa que mi tía Jessica nos había enseñado a todas las chicas de la familia en el caso que alguien nos quiera violentar sexualmente.
Este asqueroso hombre quería corromper mi mente, violarme y luego matarme, solo que no espero que me defienda como lo hice.

Al sentir su cuerpo sobre el mío, usé su punto más debil, un rodillazo en su entrepierna lo hizo caer y en su momento de debilidad tome las pistolas que tenía en su cintura, me levante y sin dudarlo le apunto ante la llegada de sus hombres que me miran anonadados.

No deben subestimar a una mujer enojada.

— Un paso más y le vuelo la cabeza — determino sin dejar de apuntarme.

El bastardo saca una navaja, quiere atacarme y es cuando le disparo en su mano generando que sus hombres saquen sus armas para apuntarme.

— Perra — sisea gritando de dolor por la bala en su mano.

— Un paso más y le vuelo la cabeza — repito poniéndome detrás del bastardo para apuntarlo.

— No te tenemos miedo — masculla uno de ellos. Se quiere acercar, soy más rápida, aprieto el catillo hacia él y cae al piso retorciéndose del dolor por la bala que impacta en su rodilla.

Normalmente dependiendo del calibre, el número de hileras y la dimensión del revolver, los cargadores suelen almacenar entre ocho y quince balas. No se cuántas podrían tener las que sostenía, pero si de algo estaba segura es que sin importarles que me cuadruplican en número, no me iba a rendir y ellos no me van a corromper.

— ¡Atrás! — les ordena Sinagra.

— Hagan caso a su jefe, sino su cabeza terminará siendo un colador — me burlo con arrogancia.

— No vas a matarme ...

— Asesiné sin miramientos a tú sobrino. ¿Quién dice que no puede hacer lo mismo contigo? — mascullo aputando en su sien.

— Perra.

— Idiota — respondo.

— ¡Atrás! — vuelve a gritar Sinagra al ver que uno de sus hombres buscan acercarse.

— Tiren sus armas — con cierta duda y ante la mirada de su jefe, las tiran empujando cada una detrás mío. — De espaldas y de rodilla — sentencio.

Que treinta hombres corpulentos te hagan caso, me hace sonreír con victoriasa.

La soga que tenía Sinagra con el fin de amañatarme es lo que uso para llevar sus manos atrás y junto con sus pies atarlo sin dejar de escuchar sus quejas que al salir de esto me mataría.

Sería otro él que saldrá muerto de esto.

Me siento en el sillón cercano mirando mi hazaña. Treinta hombres de rodillas mirando la puerta con sus manos en la cabeza. El jefe de la mafia atado y tirado en el piso queriendo liberarse y en mis pies treinta revólveres de diferentes calibres a mi disposición.

Ellos piensan que bromeo, pero el que se mueve cae muerto y es lo que hago. Cuando se escucha la explosión y una gran balacera en la periferia de la casa, se que vienen por mí.

SASHA (5° SAP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora