¿Alguna vez has pensado que un embarazo cambiaría tu vida?
El destino de Marina Hardy cambia radicalmente cuando se vuelve nodriza del único hijo de Alec Mulroy, un viudo alcalde ruso aparentemente normal que esconde mucho más que corrupción. Ella s...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—¡Oh, mi niña...! ¿Estás enojada porque te secuestré y no por atacar a mi tonto sobrino? Dime... Bebé... Estos celos me están desesperando.
—¡Mata a toda tu maldita familia si te da placer! ¡¿Cómo mierda te atreviste a mentirme!? ¿Tienes una puta idea de lo culpable que me sentí por no evitar disfrutar de nuestras noches en la cabaña pensando que eras Malcom? ¡Y eras tú! ¡Fuiste tú todo el tiempo! ¡Idiota...! ¡No quiero volver a verte!
Continué alejándome a paso firme sin embargo mi esposo no me persiguió, era raro y tuve un mal presentimiento pero mi enfado pudo más que mi razón, de pronto escuché un disparo que perturbó la paz del camino, y un doloroso pinchazo en mi pierna izquierda que adormeció todo de inmediato. Con cautela me aferré a un árbol que tenía cerca para evitar caer, y poco a poco me senté sobre la fría nieve porque mi pierna no respondía, el maldito lunático con el que me casé me había disparado un dardo en el tobillo. Miraba al horizonte para encontrar su silueta, y ahí estaba él, empuñando el rifle con el que me había atacado, como pude seguí arrastrándome sobre la nieve para alejarme de su locura. Fue estupidez, terquedad, o quizás orgullo necio, pero todo eso lo sepultó otro dardo que impactó en mi pierna derecha dejándome completamente inmóvil. No tardé en sentir sus brazos atrapando mi cintura para subirme en sus brazos, a lo lejos observé el carruaje municipal.
—Te lo advertí, mi niña. Te obligaré a cumplir de cualquier modo, eres mi esposa y estás incubando mi maldito hijo...—sentenció muy alegre para luego subirme al coche, no podía moverme y tampoco escapar, mi padre era un genio en sus modos de retenerme, me acostó en el asiento del carruaje y se acomodó encima de mí—. ¿Te gusto así, mi cielo?
—Estás loco, idiota... No puedes mantenerme sedada para siempre —solté muy nerviosa, estaba indefensa a su merced pero por alguna absurda razón no sentí miedo.
—El año pasado conocí a una niña imprudente que me aceptó a pesar de todas mis mierdas, me ama incondicionalmente sabiendo que era homosexual, me cuida y me protege de no regresar a mi primera enfermedad con su divina inocencia... ¿Crees que puedo darme el lujo de perderte? Este es mi amor, esta es mi jodida manera de amarte y sé que te gusta. Te conozco, por eso eres perfecta para mí... Te amo, no tienes idea de todo lo que me forcé a cambiar por ti, y no me arrepiento... —sus labios me atacaron con autoridad y la guerra de lenguas inició, la sensación de vacío en las piernas fue atroz pero no me importaba, no existía miedo y tampoco temor junto a mi esposo.
—¿Por qué el secuestro...? Mi amor, es que... No lo entiendo, fuiste muy cruel... Sé que estás loco, pero no tenía idea de cuánto...
—¿Recuerdas todas las veces que me contaste sobre tu encantamiento por el tonto médico...? ¿Las veces que me platicaste lo mucho que te gustaba y lo bien que te sentías con él...?
—Sí. Somos amigos, siempre platicábamos y tenía confianza de contarte todo.
—Muchas veces, ¿verdad? ¿Alguna vez pensaste en lo que yo sentía...? Mari... Fue una completa tortura verte tan ilusionada por conquistar a otro hombre... Mientes al decir que yo fui cruel contigo cuando tú fuiste peor al revelarme todo lo que hacías con Misha... ¿Te imaginas el dolor que yo sentía en cada avance sexual del doctorcito de mierda?