¿Alguna vez has pensado que un embarazo cambiaría tu vida?
El destino de Marina Hardy cambia radicalmente cuando se vuelve nodriza del único hijo de Alec Mulroy, un viudo alcalde ruso aparentemente normal que esconde mucho más que corrupción. Ella s...
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Cuando conocí a Malcom era una torpe ignorante en las artes sexuales, y le resultó fácil a Alec adueñarse de mi alterado deseo, de aquella rutina salvaje que me había impuesto su inhumano sobrino menor a punta de golpes y amenazas. Y ahí estaba yo como una completa idiota, suspirando de adoración por haber logrado esfumar el enojo del alcalde, me había conformado con una mísera ración de placer. Exhausta me quedé dormida sobre su pecho desnudo, él dejó vacíos mis senos de leche, quería que continuara obedeciendo sus órdenes como siempre había ocurrido entre nosotros en la finca del terror, y eso me dio mayores esperanzas de recuperar su amor.
—¿Mi amor...? —Murmuré entre sueños, sentí sus manos rodeando mi cuerpo pero me resistía a despertar—. ¿A dónde vamos, papi?
—Soy un hombre intolerante, Mari... Y bastante anticuado, me apena confesarlo...—el miedo golpeó en mi pecho y abrí mis ojos de golpe, no quería que me echara de su finca.
No quería perderlo, era lo único bueno que conservaba en mi vida...
—¿Qué sucede, mi amor...? —Quedé en trance por la impresión, me estaba llevando en brazos como una novia recién casada—. ¿Qué haces?
—Puedes culpar a tu extraña aura celestial que seguramente heredaste, al parecer mi hijo no puede dormir sin ti, y no hay nada más importante para mí en este mundo que mi querido Ray... —subió las escaleras de prisa, al llegar al tercer piso entendí a lo que se refirió, el llanto del niño se escuchaba muy fuerte—. Te ordeno amamantar a mi hijo está noche... Yo... Necesito dormir...
—¡Mari! —Ray corrió a mis brazos cuando su padre me bajó de los suyos, sus preciosos ojos azules estaban rojos, hinchados y su nariz enrojecida, todo indicaba que había llorado todo el día—. Mari... Ne khodi... Ne khodi...
Me alegraba verlo, pero a la vez me dolía encontrarlo en esas lamentables condiciones.
—No me iré, Ray. Nunca más... —Levanté al niño para meterme a la cama, y lo acomodé bajo las cobijas para darle de lactar—. Ven aquí… Toma tu leche.
—Raymond tiene miedo... Raymond muy solito...—se quejó el hermoso niño y se me partió el corazón, pataleó desesperado mientras lo arropaba.
—Nunca más te abandonaré... Lo prometo, cariño...—saqué uno de mis senos por fuera de mi camisón y de inmediato comenzó a succionar de mi pezón—. Aquí podemos escondernos de los monstruos, Ray.
Acariciaba sus cabellos rubios con amor maternal, ese niño era perfecto igual a su padre. Alec se acercó a la cama con cautela, parecía contrariado al vernos y apretaba sus puños con fuerza.
—Perdón por lo de hoy, cielo. Lamento... En verdad siento haberme comportado como un perfecto imbécil contigo esta mañana...—se inclinó para besar la frente de su hijo, y luego besó la mía—. Buenas noches, descansen bien.
La luz que se colaba por la ventana iluminaba el semblante de un padre atribulado, exhausto, y muy cansado. No era la primera vez que contemplaba ese lado humano de Alec Mulroy, un hombre que aparentaba gran fortaleza pero que era capaz de arrodillarse para complacer las necesidades de quién amaba, un padre soltero obligado a criar a su hijo en soledad por azares del destino, y parecía perdido. Muy confundido... Tal y como lo conocí en la finca de su aterrador hermano.