¿Alguna vez has pensado que un embarazo cambiaría tu vida?
El destino de Marina Hardy cambia radicalmente cuando se vuelve nodriza del único hijo de Alec Mulroy, un viudo alcalde ruso aparentemente normal que esconde mucho más que corrupción. Ella s...
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Tenía al príncipe prisionero entre mis brazos devorando mi cuerpo desnudo como siempre había ocurrido entre nosotros, saciando nuestro deseo, desmenuzando nuestros sexos en cada golpe feroz. Era intenso y palpitante hasta el punto de llorar de placer, me tenía y yo lo tenía a él, no existía nadie más importante en el mundo. Apagamos aquel infierno que se había levantado con el agua de nuestros orgasmos compartidos, ¡y sonreí! Me hizo feliz poseer a mi esposo por completo, Ali era intenso, voraz, como un huracán de sensaciones que empieza lento pero después te captura por completo, y descubrí en mi renovada luna de miel que había aprendido la lección más dura de la vida: "Quererme a mí misma, elegir lo que a mí me hacía feliz por delante de todo". Mi castillo se pintó del color del amor, y la armonía regresó a nuestra rutina diaria, tenía a un esposo detallista, romántico, sensual, insaciable, el mismo consentidor lunático de siempre. Y ahí estaba yo, una princesa rusa disfrutando de su matrimonio de fantasía en el país remoto que siempre soñó conocer.
—Hoy luces más hermosa que nunca —recibí un beso en el cuello, justo encima de mi marca, y mis piernas temblaron bajo el mantel de la enorme mesa del comedor—. ¿Perfume nuevo?
—Es el perfume de una feliz y complacida esposa como yo, ¿te gusta, mi príncipe? —Le ofrecí mi nuca para que el diablo me domine.
—De ti me gusta todo lo que entra, aunque mayor gusto he tomado por todo lo que sale. Soy tu jodido perro, Mari. Puedes aprovecharte de mí —su firme respuesta me ganó una gran carcajada, sabía la referencia—. Mañana vendrá una caravana para llevarnos a recorrer la ciudad, quiero enseñarte muchos lugares y darle un respiro a nuestro lecho. ¿Quieres que vayamos solos, cielo?
—¡Oh, mi amor! Me encantaría un paseo romántico comiendo dulces de India —aplaudí emocionada probando el plato fuerte de nuestra cena romántica, me había llevado a visitar un restaurante flotante en medio de una laguna artificial, era mágico y brillante.
—Y hablando de dulces de India te presento este tributo, mi reina. Son trufas especiales para mi diosa del sexo... Tengo las bolas vacías y doloridas de tantas descargas de leche, me tienes aullando hasta el amanecer, eres mi mayor tesoro...—Alec me besó apasionadamente y luego metió una trufa de chocolate en mi boca, al momento de morder el dulce relleno con sabor a fresa se derramó en mi lengua, pasó por mi garganta y al sentir el intenso sabor por el contrario de ser agradable me causó muchas náuseas. Mis ojos se llenaron de lágrimas, fue espantoso, y me aparté de golpe—. ¿Qué? ¿Qué sucede, Mari? ¿No te gustó...?
—¡Perdón! Quiero vomitar... —me levanté avergonzada corriendo al tocador de damas, en India es complicado conseguir una taza de inodoro común, tenían una distinta educación y estilo de aseo personal.
—¿Mi cielo? ¡Abre la puerta! Te juro que me volveré loco si no te veo ahora mismo —estaba algo ocupada devolviendo mi exquisita cena, no podía atender su pedido, además era el baño de mujeres, de pronto un fuerte estruendo me alertó y entró por la fuerza como era costumbre—. ¡Mi Mari! Ven a mis brazos, voy a sujetar tu cabello... Tranquila, preciosa. Estoy aquí, todo está bien.