El horario de la ordeña era estricto, cuando el reloj marcaba las diecinueve en punto debía estar lista y correctamente vestida para saciar a mi sátiro esposo que amaba con locura. Algunas noches las campanadas me sorprendían en otro espacio de mi finca debido a las nuevas funciones de esposa que desempeñaba, y sus gritos caprichosos resonaban, sus pasos crujían en los tablones de madera de la escalera, a gran velocidad me arrastraba a su cueva de lobo salvaje. Colgada sobre su hombro ingresaba al matadero nupcial para cumplir las exigencias de mi marido, eran tres exquisitas horas sumergida en una montaña rusa de gloriosos orgasmos devastadores, y después lo amamantaba para que duerma como un ternero recién ordeñado, lo tenía ronroneando cuál felino con mi seno dentro de su boca. Mi sueño reparador caducaba cuando el bendito despertador sonaba a las cinco en punto de la mañana, su hora predilecta para iniciar el día, un ritual sagrado que disfrutaba cómo todo un sádico demente.
—Con respeto la saludo, Madame Mari. Hoy es un espléndido día en este honorable hogar —Nafar ocultaba la puerta del despacho de Alec, los disparos sonaban como feria artesanal de pueblo ranchero, y el sombrío tipo colocó su brazo para impedir el paso—. Muchas gracias por mantener al príncipe satisfecho estos primeros meses de feliz matrimonio oficial, su esposo está muy feliz y contento, tanto que se dedica a matar a más gente gracias a las atenciones nocturnas de su tierna esposa. ¿No le parece impresionante?
—Déjame pasar, serpiente. Quiero recuperar a papi...
—Permítame aconsejarle que espere pacientemente por su marido en su alcoba nupcial, madame. Adentro el clima está algo... ¿Cómo explicarlo? Sangriento, y le puede hacer daño al primogénito pura sangre.
—Sé perfectamente que me casé con un criminal que pertenece a la mafia de Khali, Nafar. Mi marido ha matado a tipos en mis narices, deja de hablar estupideces, ¡quítate! —Empujé su largo brazo cubierto por una túnica extraña, dentro del despacho el piso estaba cubierto de sangre, los matones de mi marido disparaban a quemarropa a unos hombres amordazados, y junto al escritorio estaba mi apuesto padre, tenía la ropa manchada por la sangre de sus víctimas y disparaba muy sonriente en el pecho a un tipo vestido con uniforme de policía—. ¡Papi...!
—¡Mi cielo...! —Alec apretó el gatillo de su pistola en la frente del oficial, el condenado cayó sin vida, y abrió los brazos para recibirme, corriendo acudí a su encuentro y me colgué de su cuello—. ¡Mi niña dulce! Te ves hermosa... Papi te ama, vaquita.
—Te amo, papi... Te amo mucho...—besé sus labios y sujetó mi trasero para no caer, mi vestido se llenó de sangre que salpicaba de sus matones que continuaban con su faena mortal—. Oh... Este vestido es nuevo, ¡se arruinó...!
—Mierda... ¡Alto, camaradas! ¡Paren está mierda! ¿Qué les ocurre a todos? ¿Acaso no se dan cuenta que mi esposa está aquí? ¡Bastardos! ¡Presenten su respeto o llenaré sus asquerosas cabezas de pólvora!
—¡Larga vida a usted, madame Mari! —Los doce tipos soltaron a sus víctimas para realizar la ridícula reverencia, y luego continuaron matando a los policías como si se tratara de algún juego de mesa.
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Lactancia Materna
Ficción General¿Alguna vez has pensado que un embarazo cambiaría tu vida? El destino de Marina Hardy cambia radicalmente cuando se vuelve nodriza del único hijo de Alec Mulroy, un viudo alcalde ruso aparentemente normal que esconde mucho más que corrupción. Ella s...