¿Alguna vez has pensado que un embarazo cambiaría tu vida?
El destino de Marina Hardy cambia radicalmente cuando se vuelve nodriza del único hijo de Alec Mulroy, un viudo alcalde ruso aparentemente normal que esconde mucho más que corrupción. Ella s...
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La luz del amanecer que se filtró por el enorme ventanal volvió a dolerme más que los ojos, estaba completamente desnuda con el cuerpo lacerado, lleno de mordidas, cubierto de sudor y saliva de un hombre caliente otra vez, la diferencia fue que lo había disfrutado, había gozado cada segundo de ese encuentro sexual como si fuese el último día de vida. Lentamente me retiré del pecho de mi padre donde estaba acurrucada, estirando mis extremidades sobre las sábanas manchadas con los rezagos de una noche de pasión inolvidable. Me dolía todo y a la vez nada, me sentía feliz y satisfecha. Intenté escapar del exquisito confort pero sentí demasiada pereza hasta para abrir los ojos, y entonces comencé a quejarme como una niña pequeña que no quiere ir a la escuela. La noche anterior había vuelto a ganar, pero debía descubrir a cuál de los dos empleados que se quedaron en el lujoso salón principal. ¿Yerik o Dasha? Tal vez los dos.
—¿Qué hora es, mi dulce niña? —Su ronca voz impactó en mis oídos, una felicidad incomprensible se apoderó de mí junto a un poco de vergüenza por lo ocurrido.
—Tarde para el desayuno, padre... Debo alistar al niño, si no me apresuro no llegaremos a tiempo a clases.
—No tienes permiso para bajarte de nuestra cama caliente, bebé... Tomemos la primera comida aquí, quiero consentir a mi dulce hija. A los maestros particulares no les afecta empezar tarde, igual les pago horas extra... —Alec escabulló sus brazos bajo las mantas para atrapar mi cintura y apretar mi cuerpo adolorido entre sus fuertes brazos, al instante lloré—. No te quejes, preciosa... ¿No escuchas a todos los pájaros cantar? Es una hermosa mañana, y eres una hermosa vaquita. Hueles delicioso.
—Creo que tu buen humor en las mañanas dependerá de las noches que te deje partirme todo, eso no es nada justo para mí... —protesté sintiendo sus caricias en mis piernas, subió una mano a mi seno lleno de leche y lo apretó con fuerza,—. ¿Papi quiere leche?
—Anoche me hiciste perder el control, bebé... Yo no... Antes no... No había descargado tanta leche....—parecía radiante y aspiraba el aroma de mis cabellos, pero mi estómago gruñendo le ganó a mis dudas existenciales.
—Me estás volviendo loca, sé que las mañanas son propicias para Napoleón... Pero… ¡Dios! Quiero ducharme... Y tengo hambre...
—Esto es importante, Mari. Jamás había durado tanto con una niña, me haces perder el juicio, me enciendes, y necesito entender la razón —tocó la campanilla y luego me miró fijamente—. ¿Cómo sabes lo que quiero escuchar? ¿Soy tan evidente para ti? ¡Joder, eres una niña!
—Una niña que ama a su padre, una niña esclavizada por su propio esposo.
—¿Qué dices, mi amor? Tú no eres mi esclava, eres mi esposa. ¡No soy Angus! —Se enfadó mi ruso, era demasiado descaro para un hombre tan apuesto.
—Claro que no eres como tú hermano, ¡eres peor! Te complace criticar a Angus, sin embargo estás haciendo exactamente lo mismo que él hace con Masha. ¡Me sigues inyectando estimulantes, y no entiendo la razón! ¿No te parece algo excesivamente hipócrita para un político como tú?