Capítulo 47:

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Reglas Generales: No permitirás el contacto de otro hombre que no sea tu esposo.

Reglas Generales: No permitirás el contacto de otro hombre que no sea tu esposo

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—Será mejor que se retire, joven Malcom. Es tiempo de iniciar el ritual sagrado —ordenó Masha y su hijo obedeció, pero yo lo detuve sosteniendo su mano. La pelirroja se quiso lanzar sobre mí furiosa, sin embargo las otras damas lo evitaron sujetándola de los hombros.

—La cicatriz que me dejaste convirtió mi vida en lo que siempre he soñado, jamás imaginé que desde las brasas de tu infierno aparecería un poderoso demonio que me enseñó a dominar el fuego. Amo a ese demonio de ojos azules, no amaré a ningún otro hombre dentro de este maldito clan de rusos, y es mi deseo que tú mismo me entregues a tu tío.

—Su destino ha sido escrito por su propia lengua, madame Mari. Es hora de irnos... Sepulta mi recuerdo en el fuego todas las veces que quieras, no te preocupes por mí, ya estoy muerto sin ti...

Malcom tiró de mi mano con el rostro transformado por el dolor y me supo a poco, el desgraciado merecía sufrir más, caminamos por el largo pasillo bajando las inmensas escaleras en dirección a la primera planta de mi finca, él estaba absorto en su llanto de niño castigado que se pasó de largo a la puerta principal y me vi obligada a soltarme de su mano. Pronto se incorporó, ingresamos juntos al pequeño bosque paradisiaco invernal del jardín trasero, y mi quijada se descuadró por la impresión. El espacio estaba decorado de una forma muy hermosa, había instalado un precioso y distinguido bosque de ensueño de telas con bordados brillantes, circuitos de luces flotantes que regalaban una atmósfera de mucho glamour, parecía un oasis de fantasía. Alrededor de la fogata había once personas cubiertas con unas terroríficas capuchas negras que ocultaban sus rostros, cada uno sostenía un báculo de oro brillante. Junto al fuego estaba mi apuesto esposo que tenía puesta una capa blanca repleta de pedrería sobre una túnica árabe del mismo color, y a su lado tenía a su siniestro jefe "El buitre del Desierto" vistiendo su típico traje negro con la infaltable bufanda blanca cubriendo su cuello.

—¡Señoras y señores, distinguido pueblo de Mulrov! ¡He aquí el cordero del sacrificio! —Anunció Vladimir, seguido de unos gritos raros que exclamó la concurrencia, se asemejan a los cánticos de los nativos americanos—. Por aquí, madame Mari. 

Sahumerios, perfumes, arroz y diversos pétalos de flores me lanzaba la gente en cada paso que me iba acercando al altar de ceremonia, los nervios comenzaban a dominarme, apretaba la mano de Malcom quien no me soltó en ningún momento, unas mujeres con velo hindú extendieron una larga tela blanca sobre el piso congelado, y colocaron una batea dorada con tinta roja a mi lado. Masha me indicó que debía sumergir las plantas de mis pies en la tinta y caminar sobre ella para grabar mis primeros pasos dentro de la mafia del clan de Khali, era un acto simbólico y muy importante para esos criminales. Pero Malcom pateó la tinta ceremonial en un arrebato infantil, como era costumbre del niño mimado, que fue acompañado por los murmullos de los asistentes.

—¿Qué mierda estás haciendo, Malcom? —Intenté recoger lo poco que quedaba de tinta, pero me detuvo.

—¡ALEC MULROY, EN SANGRE VIVA ME ARREBATAS EL CORAZÓN! —Sacó una navaja del bolsillo interior de su saco y se cortó la mano derecha de un solo tajo.

Lactancia MaternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora