¿Alguna vez has pensado que un embarazo cambiaría tu vida?
El destino de Marina Hardy cambia radicalmente cuando se vuelve nodriza del único hijo de Alec Mulroy, un viudo alcalde ruso aparentemente normal que esconde mucho más que corrupción. Ella s...
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Mis hijos eran una forma de negar mi muerte, el privilegio de dejar mi huella en el mundo a través del producto de un encuentro de placer compartido, un trozo de mí misma, una mezcla de ambas genéticas depositados en un nuevo ser humano, en un niño lleno de sonidos y movimientos. Es verdad que me empeñaba en complacer los caprichos de mi marido, también es cierto que había miedo detrás de cada embarazo. Pero no hay mayor realidad que el hecho de que mi existencia, sea física, biológica o espiritual, no era ni un grano de arena en la gigantesca duna del universo. Es decir, mi recuerdo, o mi legado, puede perdurar por un máximo de doscientos años, y en ese preciso momento la noticia de la existencia de mi primera hija había regresado para recordarme que mi felicidad no estaba completa sin ella.
—Es verdad —confesó Lemus Nikiforov, y caí de rodillas para abrazarme a mi pena, todo parecía una horrible pesadilla—. Marianne nació en un ambiente paupérrimo, antes de tiempo y con muy bajo peso, su vida estaba en peligro. Tenía problemas respiratorios y necesitábamos maquinarias especializadas que no llegan a este pueblo, fue por eso que Ali ordenó llevar a su hija a Londres para manejar con eficiencia su estado de salud. Y así sucedió.
Una extraña mezcla de felicidad y sufrimiento extremo se apoderaron de mi ser mientras lloraba, fue la noticia más feliz y cruel que me habían dado en mi miserable existencia. No, no fuimos el flujo de un par de coincidencias, Alec siempre me lo advirtió, nada fue casual en nuestra relación, y nunca quise aceptarlo. En medio de mi inhumano cautiverio soñaba por un valiente héroe que me salvara, y me aferré a él con todas mis fuerzas aún sabiendo el origen de su apellido. Alec Mulroy no era un hombre bueno, siempre me dijo la verdad.
—Esa es la razón de mi tardanza en volver, logré darme cuenta que Lemus había abordado el crucero portando una extraña jaula de pájaros que después descubrí era el transporte de la niña. Mis cartas contenían esos datos, te conté todo en las misivas que te enviaba, te expliqué el motivo de mi demora, pero jamás las recibiste. Mi tío se encargó que su mentira permanezca vigente —tenía una taza de té calmante en mis manos, y una manta cubriendo mi torso tembloroso, fue difícil asimilar el impacto de la noticia, y me resultó muy fácil adivinar los motivos de mi esposo—. Lamento ocasionarte otro inmenso dolor, pero estoy cansado del comportamiento del alcalde, se atrevió a llevarte de viaje al otro lado del mundo para ocultarte la verdad. Te lo prometí, ¿recuerdas? Desenmascarar al maldito criminal que defiendes con uñas y dientes, pues eso hago. Ese es el verdadero Alec Mulroy, ese es el hombre por el que me cambiaste.
—Muchas gracias, Misha... Es tarde y debo recoger a mi hijo mayor de la escuela —dejé la taza encima del escritorio, y doblé la manta para entregarla a su dueño—. Gracias, Lemus. No te culpes por esto, sé muy bien qué tú solo cumples órdenes de mi marido. Estoy muy agradecida por todos los cuidados que seguramente encargaste para mi hija en Londres.
Me incliné para tocar los pies del anciano médico en señal de respeto, un saludo sagrado que aprendí en los meses viviendo en India.
—Oh, criatura. Ali no es malo... Está loco por ti, y lo sabes... Por favor, no cometas una imprudencia...