¿Alguna vez has pensado que un embarazo cambiaría tu vida?
El destino de Marina Hardy cambia radicalmente cuando se vuelve nodriza del único hijo de Alec Mulroy, un viudo alcalde ruso aparentemente normal que esconde mucho más que corrupción. Ella s...
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—Cielo, es hora de irnos al funeral. Dejemos a nuestro hijo en clases, vamos al coche —el alcalde entró acomodándose un saco elegante, vestía una camisa distinta y no sabía la razón, parecía perturbado.
—¿Raymond no irá con nosotros, papi?
—Negativo. No pienso llevar a nuestro hijo a inhalar el aroma de la muerte —me aclaró con un tono de voz severo.
—¿Entonces por qué debo ir? No quiero ver a una mujer metida dentro de un horrible ataúd, ni siquiera la conozco…
—Mi niña, tengo el agrado de comunicarle que tus funciones se extendieron a todos los ámbitos de mi vida, eres mi esposa, y es tu deber acompañarme a todo lugar. Por fortuna te adaptas rápido a mis caprichos, me gusta —bajé al niño de mi regazo excitada por las palabras del alcalde, acomodé su corbata besando sus labios de a ratos —. Ahora eres mi nodriza, la madre de mis hijos, mi niñera, mi vaca lechera, mi dama de compañía, mi perra, mi amante, mi mejor amiga, y mi esposa.
—No soy tu esposa, idiota… Estamos solos, no necesitas mentir.
—Espera un momento... Necesito entender tu modo de proceder —el alcalde agitó sus manos muy alterado acariciando su tabique nasal—. Aborrecías la existencia de Yulia en la finca de Gus, ¿y ahora que sabes que está muerta te niegas a ser mi esposa? ¿No te parece bastante estúpido de tu parte?
—En la finca del terror eras diferente conmigo... Amo a mi padre, es amor y lo quiero de regreso.
—Debió haber sido amor, pero ahora ya se acabó. Eres mi esposa, Mari. Compórtate como tal —sentenció Alec caminando a la puerta—. Tienes diez minutos para bajar, es una orden.
—¡Sí, señor! —Me apresuré a descender junto al alcalde a la primera planta, le entregué al niño a Dasha advirtiéndole que se porte bien y me espere sin hacer escándalos, en menos de lo que pensé me monté en el lujoso carruaje siendo ayudada por un elegante cochero—. Creí que jamás me dejarías salir de tu finca municipal, ¿también mentiste en eso?
—Descuida, esposa mía. No saldrás de mi propiedad, el viaje será corto —la burla en sus palabras fue palpable, era un maldito estúpido.
—¿Entonces por qué vamos en coche? —Era una locura, no saldríamos de la finca pero íbamos en carruaje.
—Tengo millones de hectáreas, Cenicienta. ¿En serio quieres caminar con ese pesado vestido hasta la zona de mis empleados? Tus zapatillas de cristal podrían romperse.
—Disculpa mi ignorancia, príncipe encantador. No tengo una puta idea de cuánto mide la finca de mi esposo falso, ni cuántos empleados tienes y ¡mucho menos cuánto vamos a tardar, idiota!
El alcalde estuvo a punto de pronunciar algo, lo noté en su expresión de furia, pero el coche se detuvo frente a una casita repleta de gente.
—Recuerdas todo lo que te enseñé que hicieras en la finca de Gus, ¿cierto? Reverencias, pleitesía, servilismo, obediencia, y esas cosas.