—Para mí es un enorme privilegio que mi hermano mayor esté presente en este anuncio tan importante para mí vida... Hoy, tengo el inmenso agrado de presentar oficialmente a mi esposa, Marina Mulroy.
Matrimonio y Angus en una misma oración... Mi estúpida mente de adolescente enamorada se lo había imaginado un millón de veces antes de escuchar esa frase siendo pronunciada por la voz grave del alcalde. ¿Cuánto tiempo faltaba para nuestra boda real? Me lo preguntaba a veces, el alcalde se encargaba de todo aunque no quisiera, lo pensaba tanto aunque me resistiera a hacerlo. Temblando como una idiota, de pie junto a la mesa del comedor principal de mi nueva casa estaba yo, conteniendo la respiración que se cortaba gracias al ajustado corsé que llevaba puesto ese día. Los penetrantes ojos azules del hombre que asesinó al profesor Hardy estaban muy abiertos y expectantes a cualquier movimiento que pudiera hacer, lo noté bastante descolocado mientras yo sudaba demasiado. Una simple esclava americana se iba a convertir en su cuñada dentro de dos meses si todo seguía marchando de maravilla, y si el doctor Mulroy no tenía la grandiosa idea de regresar a Rusia en ese lapso de tiempo para impedir mi boda con su tío, estaba en graves problemas.
—¿Esposa...? —Angus elevó una ceja recorriendo mi silueta con cierto desdén.
—Creo que conoces muy bien a mi amada niña, Gus —a grandes zancadas Alec llegó a pararse a mi lado, sujetó mis hombros con fuerza y luego deslizó un brazo por ellos pegándome a su cuerpo. Ese simple gesto me llenó de valentía, respiré profundo y elevé el mentón para enfrentar al criminal que tendría de cuñado—. Mari es mi esposa, es el festín que comeré a diario.
¿Comer…? Una punzada de nerviosismo golpeó mi pecho, no tenía sentido.
—¿Esposa...? ¿Una esposa hembra…? ¿Te casarás, belleza infernal..? Eso quiere decir que... ¡¿Por fin te curaste!? —El criminal saltó sobre su silla como si fuera un niño pequeño en una feria de dulces, le resultó muy fácil cambiar a su prospecto de nuera por una futura cuñada.
—Estoy listo para un nuevo comienzo, Gus. Con mi hija sé que puedo lograrlo, ¿tú qué piensas, cielo?
—Creo que hacemos un buen equipo, mi amor... Señor Angus... —el hombre calvo se lanzó sobre mí para abrazarme demostrando una extrema felicidad, me besó ambas mejillas para luego apretarlas haciendo lo mismo con su hermano después—. ¿Señor Angus...?
—¡Olvida los malditos formalismos, niña! ¡Somos familia! ¡Deseo muchos sobrinos rusos pura sangre! ¡Quiero celebrar!
Me quedé perpleja observando cómo se formó la fiesta en pocos minutos frente a mi desorbitada mirada, corchos de botellas de vodka volaron por el aire, finas copas de licor llenándose entre cada bocado de la exquisita comida que prepararon para esa ocasión junto a una extraña música de fondo, parecía cánticos vikingos que ambos hermanos bailaron como si fueran soldados robotizados después del almuerzo. El concejal y el secretario también estuvieron presentes y se unieron a la celebración bebiendo a la par de su jefe, las hermanas esclavas conversaban muy concentradas mientras Dasha me lanzaba miradas reprobatorias desde un rincón, el eficiente Yerik estaba sentado en un bonito sofá ausente de toda la algarabía, su cara era un poema, no sabría describir si fue dolor o desconcierto. Y ahí estaba yo, con Ray en brazos metida en un pomposo vestido de gala que me ayudaron mis criadas personales a cambiarme, perfectamente maquillada y peinada, perfumada, haciendo malabares para correr detrás de mi hijo y que no se me cayera la corona que tenía puesta.
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Lactancia Materna
Ficción General¿Alguna vez has pensado que un embarazo cambiaría tu vida? El destino de Marina Hardy cambia radicalmente cuando se vuelve nodriza del único hijo de Alec Mulroy, un viudo alcalde ruso aparentemente normal que esconde mucho más que corrupción. Ella s...