Capítulo 66:

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Amaba a mí padre con adoración y sin pretextos absurdos, sin rodeos le decía lo que quería, no me dejaba llevar por temores, mi corazón latía por Alec a galope veloz

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Amaba a mí padre con adoración y sin pretextos absurdos, sin rodeos le decía lo que quería, no me dejaba llevar por temores, mi corazón latía por Alec a galope veloz. Lo amaba como era, un cataclismo, debía descubrirlo despacio porque tenía los secretos más oscuros que se puedan a imaginar, detrás de su rubia cabellera había un río de violencia, de sangre del que otros huyeron. Pero ese amor abnegado, el amor de Kira hacia Misha, tan puro, sin contacto físico, sin pasión, sin fricción, completamente inmaculado, jamás lo entendería. Kira amaba a Misha como se ama a un dios espiritual que jamás llegas a tocar.

—Creo que no debí venir de blanco... ¿Se nota más mi barriga con este color? —La sonrisa de mi padre me encontró con picardía, extendió los brazos para ayudarme a bajar con delicadeza del coche.

—Por supuesto, vaquita mía. De eso se trata, quiero que mi hijo dentro de ti reluzca como la luna llena en una noche estrellada... Es mi orgullo —sujetó mi cadera para besarme antes de entrar al jardín principal, el maldito lunático estaba feliz por el regreso de mi leche materna en abundancia—. Estás cargando mi honor.

Lo había imaginado, como lo supuse todos los demás asistentes al evento se quedaron atónitos cuando el maestro de ceremonias anunció nuestra presencia en la exclusiva fiesta, sobre todo después de enumerar la exorbitante cantidad de regalos que mandó a traer para la nueva señora Mulroy que se unía al clan de rusos trastornados. Los murmullos de la concurrencia fueron devastadores, mi pronunciado vientre era el centro de atención de la concurrencia.

—¡Moti! —Chillé como una niña pequeña cuando el rubio intelectual se acercó a saludarnos, me colgué de su cuello para llenar de besos sus frías mejillas mandando al cuerno los celos de Denis y de mi esposo.

—¡Marinilla! —Motka aceptó mi afecto encantado, devolviendo con los mismos mimos mi saludo—. ¡Wow! ¡¿Qué le hizo ese pérfido rufián que tiene por marido? ¡Usted creció mucho, prima de buena estirpe! 

—Tía, mocoso intelectual. Le recuerdo que mi esposa es su tía —advirtió de forma sutil el alcalde, y me apartó del rubio de lentes tirando suavemente de mi brazo—. Es suficiente de arrumacos ajenos, no puedo soportarlo más. Estoy siendo muy paciente porque es su gran día, respetable rector.

No pude evitar reírme de los celos de mi esposo, igual de evidentes que los de la novia de Motka. La fiesta, como era costumbre en esa familia millonaria, fue espectacular. La banda municipal se esmeró en tocar las canciones más bellas para halagar a la pareja de enamorados, el banquete fue excepcional, y los asistentes derrochaban dinero y regalos costosos que sumaban a las arcas del futuro matrimonio Mulroy Romanov. Y ahí estaba yo otra vez, una inteligente, hermosa, y embarazada chica obsesionada ocupando la silla de la mesa de esposas oficiales de la familia rusa más bizarra del planeta. Lamentablemente Masha no estaba cerca, tenía muchas ganas de verla... 

—¿Pensaste en mi oferta, Mari? —Kira se acercó, tomó asiento a mi lado y se sirvió una copa de champaña. Yo estaba loca con los sabrosos postres.

Lactancia MaternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora