Capítulo 28:

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Reglas generales: La nodriza usará atuendos con la pechera accesible para facilitar una lactancia agradable y práctica.

Reglas generales: La nodriza usará atuendos con la pechera accesible para facilitar una lactancia agradable y práctica

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—Oh, profesor Spencer, no sabía que usted era tan gracioso. Recién llegó a Rusia y desconoce el poder de mi marido, lo entiendo. ¿Usted desea regresar a América con vida? —Los ojos del educador se abrieron inmensos, y se apartó de golpe, entendió el mensaje.

—Entendido, respetable señora Mulroy. A más tardar por las horas vespertinas tendrá en su poder mi plan de estudio, confío que le encantará mi nueva técnica de aprendizaje para su hijo Raymond.

—Muchas gracias, estoy encantada con usted.

—¿Qué crees que estás haciendo, criatura? —Aquel acento tan marcado me causó escalofríos, me despedí del educador girando para enfrentar los reproches de la madre herida.

—Hola, Masha... ¿Cómo se encuentra esta maravillosa tarde...?

—Deja esas estupideces y tus poses de falsa felicidad, muchacha. ¿Qué diablos crees que estás haciendo con Ali? 

—Me causa gracia que precisamente sea usted quien me lo pregunte, madame. ¿Usted Masha? Una nodriza al servicio sexual de su nefasto tío biológico, ¿con qué moral se negaría a mi matrimonio con mi padre adoptivo? Eso sería muy hipócrita de su parte. Mi boda con Alec es el regalo más hermoso que la vida me ha dado, y espero contar con su presencia.

—¡¿Regalo!? —Masha sujetó mi brazo y me arrastró cerca de la cocina —. ¡¿Acaso perdiste el juicio, criatura!? Ali no es un regalo divino, ¡es todo lo contrario! ¡Tú no lo conoces!

—Usted se equivoca, madame. Yo sí conozco a Alec, ¡lo conozco lo suficiente para ser su esposa! ¿A qué le teme?

—¡Temo por tu vida, niña insensata...! ¿Juras que conoces a Ali? ¡Falso! Tú conoces la versión que él inventó para ti, el alcalde no es nada de lo que tú supones, y tú no eres la mujer adecuada para ser su esposa. Eres torpe, extranjera, manipulable, ingenua...

—¡Basta, Masha! —Retiré mi brazo de su enganche muy ofendida—. ¡Insultarme no resolverá el sueño frustrado de amor de tu hermana! ¡Deja que ella misma se enfrente a mí!  ¡Desiste de proteger a los demás y ocúpate de ti misma!

—¿Proteger...? —Titubeo la rusa bastante descompuesta.

—A tus hijos, Masha... —lancé la bomba de tiempo, estaba cansada de soportar malos tratos, sus ojos claros se abrieron exaltados—. Por qué son tuyos, ¿verdad? Son tus hijos, los cuatro... ¡Los cuatro demonios que engendraste con tu propia sangre!

Lactancia MaternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora