70- Cosas de humano

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Narra ___:

-Entonces ¿me estás diciendo que construyes esto sin ningún tipo de certeza de que el techo no se vaya a caer sobre tu cabeza a la primera ráfaga de viento?- pregunté, intentando no perder la estabilidad en el terreno sinuoso, sosteniendo fuertemente el bastón con una mano mientras con la otra tapaba el sol para poder escudriñar la estructura de la construcción.

-Estás siendo injusta conmigo- oí la voz de Owen, entre martillazos, desde el techo- ¿sabes cuantas edificaciones tuve que hacer en el ejército?

-Siendo que estabas en la marina, asumo que hacías casas para los delfines- ironicé.

Se asomó entre las maderas sin colocar, para dirigirme una mirada de entre gracia e indignación.

-Para que sepas, pasé un tiempo sirviendo en tierra también- replicó, con orgullo, volviendo a su trabajo- e hice los refugios más confiables. Todos querían dormir conmigo en las trincheras.

-Sí, seguro que era por eso...

-¿Cómo?

-Nada- me desdije, comenzando a vagar por la estructura.

La casa que Owen pretendía construir estaba en el lugar perfecto del bosque, en un claro que daba a la puesta de sol. Alrededor se erguían algunas montañas pobladas por pinos eran de un color verde oscuro durante todo el año, tampoco me costó imaginarlos nevados durante el invierno. Pocos metros adenteo en el bosque, había un camino de tierra que oficiaba como ruta para los coches, un fácil acceso de vuelta a la civilización. La idea de la casita en el bosque prometía las mil maravillas y el hombre que la había construido desde los cimientos, también. Casi distraída, salí de la construcción para observar al ex entrenador de velocirraptores martillar las últimas maderas del techo, haciendo uso de todo su físico y atrayendo mi mirada como un imán. Owen Grady, un espectáculo digno de apreciar.

Dí unos pasos más hasta un tronco caído y me senté, mientras intentaba abrir una cerveza. La costumbre me hizo intentar destrabar la tapa con mis uñas, pero noté que nada hacían mis suaves manos contra el metal de la chapita. Recordé de golpe aquella vez que se quemó la bombilla de luz de mi habitación y, aún a sabiendas de que no funcionaba, yo por hábito accionaba la tecla que debía de encenderla. Solté un bufido. Había otra cosa que debía funcionar pero ya no estaba ahí.

-¿Hace cuánto que estás con esto?- pregunté, mientras me inclinaba en el asiento para buscar alguna herramienta con la que pudiera abrir la botella.

-Un año, casi- respondió, dejando el martillo para bajar finalmente. Sus músculos se movían de manera hipnótica mientras se deslizaba por las escaleras de mano con agilidad, como aquella vez que se había lanzado a la jaula de los raptores, cuando lo conocí. Me pregunté, de repente, cómo sería el tacto de su piel ¿Suave y tersa como la de un humano, o más áspera y tonificada, debido a la cantidad de veces que los raptores se le debían haber abalanzado encima y dejado cicatrices? ¿En qué carajo estoy pensando?- ¿Necesitas ayuda con eso?

No emití sonido para evitar decir estupideces. La cerveza, me estaba hablando de la cerveza. Porque si, lo estaba mirando, pero además había estado intentando abrir la tapa de la botella con la parte de atrás de un martillo por cinco minutos.

Sin esperar respuesta, Owen procedió a sacar la navaja que siempre llevaba encima, pero no necesitó abrirla: de un golpe limpio hizo saltar la tapita como si nada.

-Aquí tienes- me ofreció y continuó con su relato. Tal vez no había reparado en mi falta de disimulo- no me resultó fácil encontrar este pequeño paraíso, la tierra es muy árida por estas zonas del país.

-Precisamente por eso asentamos aquí el campamento- acoté, volviendo a la conversación- estos territorios son los ideales para la conservación de los fósiles.

Jurassic World (Dinosaurios&Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora