Narro yo:
Billy corre por los pasillos, a toda velocidad, desesperado. Es seguido muy de cerca por Owen.
-¿Estás seguro?
-Completamente- afirma Brendman- el mensaje fue claro.
Esquivan a una enfermera y llegan a la puerta.
-¡Espera Billy, la vas a asustar!- grita Owen, pero es tarde.
Billy ya abrió la puerta. Se quedó clavado en el marco, no puede dar un paso más. Porque dar un paso mas significa que ya es muy mayor.
Unas lágrimas resbalan por su rostro al verla. Su amiguita, su pequeña fuerte. Ya no es mas una niña. Había dejado de serlo hace rato, pero por esas cosas de la vida, no lo había notado.
Cristina está vestida con ropa de hospital, tiene el pelo atado de forma desordenada y rostro de la peor resaca de su vida. Pero una sonrisa brillante, la sonrisa más bonita que habían visto.
Y en sus brazos, un pequeño bulto. Billy se acercó despacio, contemplando la escena. Owen se quedó clavado en la puerta, sin atreverse a romper esa atmósfera personal de los dos amigos. Sabía perfectamente que su lugar no estaba en el ala de maternidad, sino en el subsuelo del hospital. Observó con ternura a Brendman, que no salía de su asombro.
-Vamos criatura, que no es una aparición, es mi nieto- Ian Malcolm reposaba sobre una pared. Iba vestido de cuero y con anteojos oscuros, contrastando con el resto del hospital. Pero él era así, siempre llamativo, y siempre presente.
-¿Nieto?- Billy estaba atónito- ¿Es niño?
-Cincuenta, cincuenta- rió Cristina- algo tenía que ser, no?
Billy se acerca hasta quedar a algunos centímetros del bebé. Respira despacio, tiene miedo de romperlo. Es tan pequeño...
-¿Cómo se llama?- preguntó su amigo a Cristina. Ella había decidido mantener la intriga hasta último momento.
-David- respondió Cristina, con una sonrisa. Era la primera vez que pronunciaba ese nombre con su bebé en brazos. Era la primera vez que ese era el nombre de su hijo.
-Ejem...- añadió Malcolm.
Cristina revoleó los ojos.
-Ian David. En honor a su abuelo- el caotólogo hizo una reverencia- pero le diremos David para evitar confusiones.
Lo miró detenidamente. El niño tenía una mata de pelo fina color rubia, y en un movimiento inconsiente, entreabrió sus ojitos. Eran verdes, como los de su padre.
Una duda angustiante invadió la mente del paleontólogo.
-¿Cual es su nombre completo, Cris?- preguntó, con cuidado.
Cristina agachó la cabeza y acunó a su bebé, mirándolo con amor. Tenía unas pocas horas y lo ya amaba con toda su alma. Sin embargo, no todo ese amor se debía a que fuese su hijo, sino que también era lo único que le quedaba de Roberto.
-Malcolm- dijo, firme, si apartar la mirada del bebé- su apellido es Malcolm.
Billy lo comprendió entonces. Cristina había pasado su embarazo esperanzada, con la ilusión de que marido aparecería por la puerta repentinamente un día, para abrazarla y llorar de alegría junto a ella.
Pero en el momento en que dio a luz sola, supo que él no volvería. Supo, al ver por primera vez el rostro de David, que debía aceptarlo para ser fuerte para su hijo. Por eso decidió anotarlo con su apellido. Para pasar página, para dejar de esperar, dejar de soñar. Por mucho que le doliese.
*Tiempo después*
Owen golpeó el martillo contra el clavo, con paciencia. Llevaba horas intentando dejar el maldito techo terminado, meses intentando terminar una casa donde pudiera volver a empezar.
Con la isla había perdido mucho: su bungalow, sus raptores, su trabajo. Y al perder tanto, se había aferrado a lo único que lo hacía sentir en casa. Por eso se había quedado allí. Porque estaba ella, porque de alguna manera ella seguía ahí.
Las cinco, vio en su reloj. Hora de irse.
Se duchó, se cambió y se subió a su moto. De camino, compró unas flores. Le gustaba mantener la habitación bonita, perfumada, por si en algún momento despertaba.
La rutina de todos sus días: llegar al hospital, dar sus datos y que le permitieran acceder al subsuelo. Cada mes renovaba el pedido de anonimato de ____, cada mes la mantenía oculta, a salvo, aunque no sabía bien de qué.
Al abrir la puerta de la habitación se encontró con Alan Grant. El paleontólogo le sonrió. Después de más de un año, había comenzado a apreciar al triturador de fósiles. Sobre todo cada vez que lo veía llegar con rosas para su hija inconsciente.
Owen se ubicó junto a Alan, tras cambiar las rosas de la semana anterior por las nuevas, frescas y brillantes. Con tanto color, tal vez pudiera olvidar el delgado brazo de la joven unido al suero goteante, intermitente.
Junto a la mesita de las rosas, había una colección de figuras de dinosaurios y un libro.
-¿Se lo lee?- preguntó Owen, que nunca lo había notado.
Alan sonrió, con nostalgia.
-Le encantaban, son del posgrado que dijo que quería hacer. Este ya lo leyó, pero en caso de que se le haya olvidado, se lo estoy releyendo. No es mi intención que despierte y me reproche haber olvidado todos sus conocimientos- rió.
A Owen le dolía oír al padre de ____. Era un hombre de buen corazón, dolido, pero que siempre ponía el mejor rostro. No siempre había sido así, le contaron Cristina y Billy, con los que se había hecho bastante amigo por las circunstancias. Alan era frío, profesional, pero los dinosaurios lo cambiaban. Su hija lo había cambiado.
Y ahora ella yacía allí, y Grant, todos los días, la visitaba, le hablaba y le leía.
-Tal vez no nos escuche- dijo Owen, casi por error. No era su intención destruir la ilusión del padre.
Alan giró a mirarlo, con picardía.
-¿Ah, sí? Si crees eso, ¿por qué es que te veo todos los días a las cinco y media, ni un minuto mas, en este claustro?
El entrenador no supo contestar.
-Yo tengo tu respuesta- continuó Alan- porque no puedes sacártela de la cabeza. Ha pasado mas de un año, pudiste seguir con tu vida, pero sigues aquí- extendió un brazo para acariciar el rostro de su hija- y yo sé que ella lo sabe.
En ese momento, las pupilas de ____ comenzaron a moverse bajo sus párpados, de manera intensa. Parecía estar soñando, o mas bien, teniendo una pesadilla. Alan alejó su mano, con temor.
-¿Que le sucede?- preguntó Owen.
-No lo sé...
El monitor cardíaco se disparó y, ante las miradas aterradas de los dos hombres, unos sonidos ahogados comenzaron a salir de su garganta. Era la primera vez que su cuerpo tenía movimiento en mas de un año, y tal vez también la última.
-¡Médico!- gritó Owen, pero nadie lo escuchó en el subsuelo.
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Estrellita y comentario, atentos que se sigue pronto!!
-C
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Jurassic World (Dinosaurios&Tú)
Hayran Kurgu**descripción con spoilers, vaya a leer el primer libro** ___ Grant está próxima a cumplir 25 años y ve como sus sueños comienzan a hacerse realidad: es finalmente una paleontóloga, reveló la incógnita de su verdadero origen y la vida de sus amigos...