74- Padre e hija

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Narra ___:

La cacería no duró mucho. Apenas crucé la puerta con paso firme (o eso pretendí) una voz irónica me detuvo.

-Miren, si es el regreso de los muertos vivos- recibí como saludo de parte de Alan, que estaba sentado a la salida de mi remolque- preguntaría si tuviste buena noche, pero hasta me parece de mal gusto.

¿Pero este hombre no tenía nada mejor que hacer que estarme esperando todo el día? Sí, estuve dormida dos años, pero ahora ya no tiene excusa ¿No tiene algún dinosaurio que desenterrar? Hace rato que pasé la mayoría de edad, no tiene la obligación de andarme cuidando. Además, en teoría, podría no estar haciendo nada malo que ponga en peligro mi vida. Ja, para variar.

-Buenos días a tí también- repliqué.

-Tardes- corrigió- son las tres. Lo que más me gusta de que trabajar con la familia es la tranquilidad que uno les da, pueden quedarse durmiendo la siesta sin necesidad de avisarle al jefe. 

-Como si yo aportara mucho al negocio familiar hoy en día- respondí, balanceando la pierna pesadamente.

-Catalogar los fósiles también es una parte importante.

-Pero no es tan épico como traerlos de vuelta desde el lugar en el que estuvieron millones de años a base de palas y pinceles.

-No se vive de la épica, ___.

Sopesé sus palabras como lo había hecho durante sus clases (de las que claramente no logré escapar) durante la carrera de Paleontología. Alan como profesor era muy bueno, pero lapidario ¿No recordabas el nombre del tercer incisivo del carcharodontosaurio, que perdió en su evolución entre cretáceo medio y tardío? desaprobado y a recursar la materia. Y sí, como lo sospecharan, para dar clases no se tomaba el trabajo de ponerse unos pantalones sin arena de excavación ni de, por supuesto, sacarse el sombrero. Ver al profesor vaquero entre tantos 'cazadores de dinosaurios a la hora del té', como él llamaba a los que iban de traje y corbata, era bastante icónico.

Habiendo terminado mi evocación, me dispuse a avanzar hasta el coche, pero solo conseguí cojear patéticamente unos pasos. A pesar de todo, cambiar dolor por torpeza me siguió pareciendo un negocio razonable.

-¿A dónde pretendes ir?- me inquirió.

Giré suavemente sobre mis talones y puse mi mejor cara de ángel.

-A ver a Billy- mentí- tiene unos libros que me va a prestar. Quiero recuperar el tiempo perdido y seguir estudiando.

Alan me analizó con sus ojos claros y fijos, como cuando intentaba dilucidar la resistencia de un fósil para poder extraerlo de la tierra. Me hizo un gesto con la mano, indicándome que no iría a ninguna parte.

-No tengo cinco años, Alan- me quejé.

-Sé que no. Pero no quiero que manejes así, yo te llamo a un taxi.

No me sorprendió su amabilidad, pero sí su falta de resistencia ¿Dónde estaba el Alan Grant terco que había conocido tiempo atrás? ¿Acaso yo, fenómeno de la naturaleza, había logrado amansar al gran doctor? El paleontólogo desapareció unos minutos para llamar al dichoso coche, y cuando volvió, me encontró sentada en las escaleras de su remolque. Se ubicó junto a mí.

-Ya está, dijeron que llegará en unos minutos pero, teniendo en cuenta que este desierto es un maldito laberinto, tal vez tarden otros sesenta y cinco millones de años- comentó- empiezo a creer que así fue como murieron estos dinosaurios, perdiéndose.

Reí. Nos quedamos en silencio unos momentos, apreciando el paisaje que se extendía frente a nosotros como una imagen de otro tiempo. Sabía que él veía lo mismo que yo, que se imaginaba la árida explanada en su época de esplendor, hace sesenta y seis millones de años, cuando las rocas eran vegetación y un mar inmenso se extendía hasta las montañas. Podía ver, sin demasiado esfuerzo, a los grandes animales prehistóricos caminando por esas tierras donde habían dejado sus huellas y sus vidas, donde nosotros los encontrábamos. Veíamos de la misma forma.

Jurassic World (Dinosaurios&Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora