Capítulo 2

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Las cosas estaban hechas y todos estaban exaltados, tomaría un tiempo descubrir quién estaba detrás de esto.

Ese día me asegure de que Manjiro estuviera seguro, mandé a aumentar la seguridad por cualquier represalia o ataque premeditado, si, estaba paranoica.

Mientras todo era envuelto por la oscuridad de la madrugada me quedé fuera de la habitación de Manjiro sentada en el piso con los brazos abrazando mis piernas, no podía dormir.

No quería dormir.

Ese día me hizo ver qué el camino que tomamos era mucho más complicado de lo que imaginé.

Mi mente imagino el momento exacto que la bala atraviesa el pecho del peliblanco.

La sangre esparciendose por la camisa y salpicando la mesa de vidrio, solo podría aferrarme a su cuerpo moribundo.

Me repetía una y otra vez que no había pasado, que él seguía aquí y que nada le sucedería mientras que yo esté con él, no pude aguantar el nudo en el pecho y el dolor punzante en la garganta cada vez que pasaba saliva, poco a poco sentí mis ojos nublarse y llenarse de lágrimas, intente lo más que pude reprimir los sollozos que escapaban.

¿Porque temo que se vaya?

¿Porqué me aferro tanto a su existencia?

«No sé, no lo sé, solo quiero que no se vaya»

esa fue mi respuesta en ese instante, sabía que todo lo que tenía en ese momento no era eterno, era conciente del profundo aprecio que le tenía y que todo cambiará el día que no estuviera conmigo o el día que uno de nosotros dejara de existir.

Me niego rotundamente a que ese día llegue.

Somos criminales, eh visto y asesinado a muchas personas a lo largo de los años, por traición, por venganza o por otras razones, tengo un deber que cumplir, Manjiro así lo quiso y yo lo permití en todo momento, mis manos están manchadas, definitivamente se que esto no está bien, lo supe desde el momento en que escuche por primera vez gritar por piedad a un hombre, antes de que todo fuera silencio, luego de eso vendrían muchos otros lamentos similares.

No iré al "cielo", me dije cada vez que veía el cuerpo sin vida de alguien frente mío.

¿Tengo miedo de irme al infierno?

Si, o al menos si lo tuve el día que tuve que quitarle la vida por primera vez a alguien, con las manos temblorosas me sujete fuertemente del lavamanos y me miré al espejo.

Aún recuerdo la vista de mi misma ese día.

Luego de votar todo lo que había desayunado, ya que el estómago se revolvió al instante mandándome con arcadas hasta el retrete, me lavé los dientes, la cara y las manos tratando de quitarme esa sensación.

Tenía los ojos dilatados y piel pálida casi enfermiza, temblando a más no poder, sentía que había cometido el peor pecado del mundo, aún recordaba los ojos sin vida del hombre que no pasaba de los 30 años, con una herida de bala en la frente, mirándome fijamente, como quien juzga, como alguien que sabe un oscuro secreto tuyo.

Sentí como una mano se posó en mi cabello, que en ese entonces me llegaba hasta la cintura, y al alzar la vista sobre el espejo, pude ver al hombre de cabello rubio largo y ojos fríos, quién me miraba fijamente y sin una pizca de compasión en sus iris onix.

En ese tiempo teníamos casi la misma estatura, solo era un centímetro más alta que él.

«— Este es el camino que escogí, ¿aún estás dispuesta a seguirme?»

Me preguntó, en ese momento estaba llena de miedo, pero había algo que me impidió desistir de quedarme con el.

Su mano se sentía cálida.

STAY || Manjiro Sano Donde viven las historias. Descúbrelo ahora