Capítulo 3

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Luego de que puse a dormir a Manjiro en su cama, abrigado con las cortinas cerradas y sin ningún tipo de ruido.

Ja ja soy un gran mamá luchona ¿Verdad?

Broma.

Me di cuenta de que cometí un error. No debí darle solo una pastilla, se despertó a las dos de la madrugada.

Ahora son las tres y me encuentro manejando el auto para ir al supermercado a comprar Dorayakis entre otras cosas, mi jefe enano está de copiloto.

Lo adoro pero ahora mismo lo odio.

— Concéntrate en el camino o nos desviaremos de carril — comento el peliblanco mientras comía los últimos dulce que quedaban.

Murmuré incoherencias tratando de no cerrar los ojos y mandarnos con San Pedro.

Suena muy tentador el descanso eterno justo ahora.

Llegando al supermercado, procedimos a comprar todo lo necesario.

— ¿Estas seguro de que quieres tantos Dorayakis, Manjiro? — pregunté al hombre parado a mi lado mientras bostezaba.

Se mantuvo en silencio.

— ¿Que sucede? ¿No son estos tu marca favorita? — volví a preguntar apuntando el producto.

— Ume, estoy a tu izquierda — de pronto una voz conocida se hizo presente.

Me volteo y veo a Mikey parado con los brazos cruzados y una ceja arqueada, si tuviera la manera de describir su mirada de poker face, diría que está entre ofendido y divertido.

Con la mente más clara volteo a ver al supuesto Manjiro y me encuentro con un muñeco de Panda gigante que se encuentra sujetando un propaganda de Ramen, y junto a el, muchos peluches de Pandas.

Las ojeras, definitivamente es por las ojeras.

Estalle en carcajadas al momento tratando de quitarme la vergüenza y calmar mi rubor.

— Creo que tuve un largo día, lo lamento, ya no sé ni con quién estoy parada — dije tratando de disminuir mi risa.

— ¿Dices que me parezco a un panda y por eso fue fácil confundirme? — me preguntó ofendido.

— ¡No! claro que no Manjiro — dije rápidamente — no pareces un Panda, los Pandas son lindos y adorable — exclamé nerviosamente tratando de encontrar una escusa sin mencionar sus ojeras.

— ¿Dices que soy feo? — sonó aún más ofendido

— ¡No!¡No! No eres feo, eres lindo, muy lindo, precioso ¡como un panda! por eso y... y eso — cada vez la cagaba más — ya, ya detenme por favor — dije con el rostro rojo y poniendo las manos en mi cara.

— Bueno, llevaremos eso también.

Escuche sus pasos acercarse, quite las manos de mi rostro y juro.

¡Juro!

Que ví por un instante un rubor casi imperceptible en sus mejillas mientras pasaba al lado mío.

¿Se avergonzó?

¡Se avergonzó!

— ¡Ah! — tapé mi boca con mis manos mientras daba pequeños saltos muy feliz de haber conseguido esa reacción por parte de él, lo sé, parezco una niña.

— Toma — mis brazos abrazaron el Panda de peluche que me estaba entregando.

— ¿Y esto? — pregunté mirando al adorable panda, inspeccionado cuidadosamente.

STAY || Manjiro Sano Donde viven las historias. Descúbrelo ahora