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Había comenzado una riña contra otra pandilla que quería tomar posesión del Estado de Kanto, así que como parte de la Kanto Manji Gang debía estar ahí partiendo piernas y brazos defendiendo su territorio. Entonces ahí estaba él, peleando junto a su querido hermano derribando a uno tras otro de esa mediocre banda.
Llegó un punto en el que ambos Haitani quedaron separados, los bastardos se las habían ingeniado para alejarlos. Si bien los dos eran fuertes y hábiles por su propia cuenta, era claro que trabajaban mejor juntos siendo una pareja dinámica y prácticamente invencible.
Rindo no tuvo mayor problema en derribar a algunos sujetos, sin embargo atacaban en grupo y cada vez eran más. ¿De dónde carajo salieron tantos? De un instante a otro se encontraba en aprietos.
Alguien que de momento era desconocido pero de la misma Kanto, llegó a librarle de algunos tipos que atacaban por la espalda. No volteó a ver al chico hasta que el último hombre cayó al suelo.
Él era un muchacho alto con el cabello de dos colores. Estaba de espaldas soltando puñetazos a los que se le acercaban.
─ ¿estás bien? ─preguntó él por fin dando la cara apenas derribar al último tipo a la vista.
Fue ahí cuando visualizó mejor su rostro de facciones remarcadas pero suaves, sobretodo sus ojos de un peculiar magenta. Su brazo fue tomado y jalado con una inconsciente brusquedad, evitando el golpe que estaba a punto de recibir en la cabeza por parte de un adversario. El de puntas blancas alzó la pierna dando un golpe en la nariz del contrario, fue mera suerte que no se haya roto.
El Haitani estaba ligeramente asombrado, ¿cómo era capaz de distraerse en plena pelea?
─ discúlpame si fui brusco. ─
La mayoría de los sujetos de la pandilla enemiga ya estaban en el suelo inconscientes. Al menos los que estaban a la vista. El chico de nombre desconocido le acomodó con delicadeza sus anteojos que con el jalón se habían desacomodado de su sitio. Por alguna razón, dicha acción le causó cierta ternura, haciendo a su corazón vibrar alocado.
─ sólo ten más cuidado ─fue lo único que dijo en todo el rato.
Alejó las manos del contrario para irse a buscar a su hermano. No quería admitir que ese chico había captado su atención, más valía que Ran no se enterase de esto o no tendría paz ni un sólo día del resto de su vida.
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El enfrentamiento había terminado dejando como claro ganador a la Kanto Manji, de esta forma volviéndose más grande al reclutar gente de la pandilla vencida.
Para hacerlo oficial, Mikey había organizado una corta reunión con absolutamente toda la Kanto incluyendo a los recién integrados. Luego de que el líder diera por finalizada su breve asamblea y se retirara, los capitanes y miembros decidieron quedarse un rato más a celebrar que su influencia era cada vez mayor y pronto gobernarían todo Tokio.
Los Haitani permanecían observando al resto hacer bromas, reír y presumir que formaban de la actual pandilla más grande. Ran parecía divertirse, pero Rindo era otra cosa. No le interesaba estar ahí en absoluto, pero permanecía por insistencia de su hermano. Adrede o inconscientemente buscaba al chico de puntas blancas entre todo el gentío que había en el lugar. Desde esa tarde no podía sacarlo de su cabeza, ignoraba los breves recuerdos pero ahora teniendo la posibilidad de volverlo a ver le carcomía. ¿Debía agradecerle? No, era muy orgulloso para hacerlo.
Rápidamente lo encontró, el de puntas blancas se mantenía en un grupo pequeño sin emitir ninguna palabra, sólo escuchando atentamente las boberias que sus compañeros decían. Ran al notar distraído a su hermanito desvío su vista a la misma dirección.
─ él es Fukiwara ________. Es miembro de la unidad de defensa, estoy pensando en robáselo a Kakucho y reclutarlo con nosotros. ¿Qué dices? ─pregunta con entusiasmo.
─ claro, si eso quieres ─lleva su vista a otro lado manteniéndose sereno.
Quería ser discreto, pero estaba con su hermano quien lo conoce como a la palma de su mano, de inmediato el mayor se dió cuenta de que ________ había robado la atención de su hermanito menor. Sonrió pícaro con su plan perverso en mente, ante esto recibió una mirada de advertencia por parte del Haitani menor.
─ Ran, no. ─
─ Ran, sí ─caminó veloz antes de que Rindo pudiera frenarlo─. ¡________, dice mi hermano que le interesas! ─grita sin importarle las miradas curiosas sobre ellos.
─ ¡eso es mentira! ─repela con las mejillas ligeramente rosadas, le incomodaba tener la atención de toda esa bola de inútiles.
El de ojos magentas miraba confuso al par de hermanos distinguiendo de inmediato al menor de ambos. Una sonrisa cálida adornó sus labios.
Rindo iba a partirle las piernas a su hermano por hacerle pasar tal vergüenza.
O tal vez no...
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