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Desde que era joven se había dado por vencido en el tema chicas. Por dos razones: ellas no le hacían caso, y también descubrió que después de todo no le gustaban tanto como creía.
A la edad de diecinueve años no había tenido una sola pareja, y no se desanimaba por eso. De hecho, no estaba completamente seguro si debía agradecerlo, pero no quería pasar lo mismo que ________ hace cinco años atrás.
« Él tenía catorce y Fukiwara quince, eran muy buenos amigos desde secundaria. En ese entonces, Shinichiro tenía la imagen del ojimagenta como ejemplo a seguir. No sólo en el ámbito escolar, sino que también era popular entre las chicas.
En esos tiempos, el de puntas blancas salía con una hermosa chica rubia de ojos verdes. Parecían ser la pareja ideal y el Sano se limitaba a sentir envidia ─de la buena─ de su amigo.
Eso hasta que un día, el ojimagenta llegó de imprevisto a su casa, con lágrimas en los ojos que, apostaría, llevaban rato derramándose.
─ ________, ¿qué pasó? ─la sonrisa alegre de ver a su amigo se borró de inmediato.
El susodicho no aguantó más y se lanzó a abrazar al azabache, soltando sus gruesas lágrimas sobre su hombro. Shinichiro sin duda estaba impactado por el doloroso estado del muchacho que consideraba su mejor amigo.
Acarició con gentileza la espalda del mayor, intentando reconfortarlo. Con cuidado lo llevo a su habitación para estar en mejor comodidad para hablar. Mientras se sentaban en la cama miraba como Fukiwara lloraba inconsolable.
─ ¿quieres contarme que pasó? ─pregunta suavemente, ladeando la cabeza un poco.
─ Mieko me terminó... ─dice entre hipidos.
Según su relato, la chica le terminó sólo porque sí, justificándose con que ________ no era lo suficiente para ella y que realmente no lo quería. Según la rubia, fue sólo un experimento que había decidido hacer con sus amigas. Algo así como probar que tan buen hombre podría ser, y al parecer, no ha sido el único.
El Sano sabía que el de puntas blancas había dado todo de sí para que su relación funcionara, él estuvo ahí en todo momento cuando Fukiwara planeaba sus citas con su ahora ex novia.
Si dijera que no se sintió enojado sería mentir. Él mejor que nadie sabe lo mucho que su mejor amigo vale, y no lo dice por la relación tan cercana que tienen, realmente el ojimagenta valía muchísimo más mil lingotes de oro.
Le permitió llorar cuánto quisiera sobre su hombro, acariciando con suavidad su cabello y su espalda en silencio. Sentía mucho lo que estaba pasando, y sin duda quería proteger al muchacho a costa de todo y todos así que en ese mismo momento tomó una decisión que probablemente cambiaría su vida.
─ ________, no me gusta verte llorar, así que te prometo que si alguien más vuelve a dañar tu corazón... me casaré contigo y te protegeré. Aún si no me gustas, voy a cuidar tu corazón por siempre, te prometo que yo no te lastimaré ─en su voz podía oírse la determinación, mientras abrazaba el cuerpo del mayor protectoramente.
El susodicho abrió los ojos con sorpresa, luego soltó una risita, pensando tal vez en que lo decía solamente para levantarle el ánimo.
─ es una promesa entonces, Shin. ─
Estaba seguro que en un par de años, dicha promesa terminaría en el olvido de ambos. »
Ahora, luego de largos cinco años, se encontraba caminando entre la joyería, buscando el objeto perfecto.
Hace apróximadamente un mes, ________ terminó con su nueva ex novia, todo por una infidelidad de parte de ella.
Shinichiro no se olvidó de su significativa promesa, y logró recordarla con mayor lucidez luego de ver de nuevo a Fukiwara llorar en su hombro buscando comprender que hacía mal.
Miraba los mostradores, buscando el anillo indicado para su mejor amigo. Próximamente, su prometido.
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