C u a r e n t a y d o s

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BETTY

Esperaba sentada en una silla, esperaba a que trajeran a mi papá, para hablar con él... Aún no tengo la menor idea de que le voy a decir, no se de qué hablarle, ni siquiera se por qué él quiere hablar conmigo.

¿Pedirá perdón? ¿Será que se arrepintió de todo lo que nos hizo?

Movía mis dedos ansiosa sobre mis piernas y mordía mis labios impaciente. Este lugar no se siente nada cómodo, quiero irme de inmediato.

Unos largos minutos pasaron, y se escuchó como abrían una reja. Observe como dos policías traían a mi padre hacia mi, quién sonrió de una manera espantosa al verme.

Él se encontraba esposado y un vidrio nos separa, así que no podemos entrar en contacto. Eso me tranquiliza un poco, pero no lo suficiente. Desde muy pequeña, le tengo miedo a lo que mi papá puede hacer.

Los guardias se encargaron de quitarles las esposas y así el pudo tomar el teléfono que se encontraba allí. Yo tenía que hacer lo mismo, pero no quería.

Él, al ver que yo no me movía, dio un fuerte golpe sobre el vidrio haciendo que yo diera un salto y me asustara más... Señaló el teléfono con su cabeza y no tuve más remedio que ponerlo en mi oreja para escuchar lo que me decía.

— hola, hija mía, ¿Como estás? ¿Como está tu madre?

— es-estamos bien — dije un poco nerviosa.

— ¿Aún están viviendo en la casa de FP?

— ¿Como sabes eso? — abrí mis ojos sorprendida, se supone que él no sabía dónde estábamos... No estamos seguras en ningún lado.

— oh, Elizabeth, yo lo sé todo, se todo sobre ustedes... También se que estás esperando un hijo — dijo con mucha tranquilidad — ¡Aunque te había prohibido mil veces que estuvieras con ese niño! — volví a asustarme.

— tu no eres nadie para decirme que hacer — dije bastante segura.

— ¡Yo soy tu padre, Elizabeth! — suspiro — ¡Mírame a los ojos cuando te hablé! — yo levanté mi mirada y me encontré con sus ojos verdes, iguales a los míos.

— dejaste de ser mi padre hace mucho tiempo... No mereces nada de mi, ni un poco de respeto.

— no seas grosera, yo no te eduque así.

— en eso tienes razón, tú nunca me enseñaste nada. Solo gritas, regañas y golpeas. No sabes hacer más nada.

— ¡Eres una malcriada, Elizabeth! ¡Tu hijo va ha tener a una horrible madre!

— ¡No te atrevas a decir nada sobre mi hijo! — mis ojos se cristalizaron al instante — no eres nadie para hacerlo. Solo eres una persona despreciable, alguien que nadie quiere ni va a querer.

— cosas malas vendrán para ti Elizabeth... Para ti y tu madre... Esa perra que solo se la pasa revolcándose con ese idiota.

— no hables tan feo de mamá, ella no se lo merece.

— ¡Tu no la defiendas! Tu no sabes lo que ella me hizo.

— no creo que haya hecho cosas tan malas como tú, casi nos matas, a ella y a mi.

— ¡Ella me fue infiel! — su rostro se puso tan rojo — desde que se reencontró con FP, ella me olvidó...

— ¿Reencontró? ¿De que hablas?

— ¿No sabes la historia de amor que hay entre tú suegrito y tu madre? — yo fruncí mis cejas... ¿Hay una historia entre ellos? — tu madre y FP se conocen desde hace mucho tiempo, desde que tenían menos de tu edad...

» ellos fueron novios en su adolescencia, sus padres los obligaron a separarse porque tu madre estaba embarazada... Ella aborto y luego se mudó a otra ciudad... Tiempo después, se reencontraron y empezaron con su amorío. Los dos idiotas creyeron que no me daría cuenta pero yo fui mucho más inteligente que ellos.

El odio se veía claro en los ojos de papá, daba terror la manera en la que hablaba, escupía veneno con cada palabra que salía de su boca.

No quería escucharlo más... Es hasta posible que esa historia sea una mentira pero la cuenta con tanto rencor que me hace creer que es verdad... Tendría que hablar con mamá.

— ¿Tienes que decirme algo más?

— me gustaría darte una abrazo, hija mía... — me aterran esos cambios de emociones tan repentinos que tiene — en algún momento conoceré a tu hijo... Cuando salga de aquí, es lo primero que haré, conocer a mi nieto.

— no dejaré que te acerques a nosotros, ya no hiciste demasiado daño, no quiero que mi hijo pase por la misma situación.

— no estés tan segura de lo que dices, Elizabeth...

Antes de que dijera otra palabra, dejé el teléfono a un lado y me levanté lo más rápido que pude de la silla... Lo último que escuche fue su aterradora risa.

RecuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora