15: Un conocido en común

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HAZEL

Darleny era una chica bastante rara. Usaba un labial negro siempre y el cabello en un alto moño casi en la coronilla. Aunque casi no nos veíamos, la amistad con Darleny me traía muchos beneficios, desde entrar en fiestas gratis solo por conocerla hasta citas con chicos guapos que la conocían también. Porque esa chica conocía a todos y tenerla de mi lado era tenerlo todo. Pero su amistad costaba cara, normalmente sus favores eran demasiado grandes para cumplirlos en una semana o dos, pero si eras capaz de darle lo que quería, esa chica te daba en recompensa el cielo.

Por lo mismo, en esa semana en la que Janice decidió mantener una imperiosa ley del hielo conmigo, Darleny me pidió un favor. Era el primero que me pedía así que agradecí que no fuera algo imposible.

—Quiero que le lleves estos formularios al director.

Miré la carpeta sellada con desconfianza por espacio de dos segundos antes de que ella se desesperara.

—Es para postularme para señorita aniversario del colegio.

En el interior de la carpeta había varias fotos suyas y otras cosas irrelevantes. Realmente no creía que la aceptaran, no si demostraba que lo hacía solo por mostrarse en vestido con los colores del colegio anto todos. Por lo que me tomé la libertad de investigar sobre los requisitos y otras nimiedades que harían que el director la considerara para señorita aniversario.

En fin, cuando iba esa mañana a encontrarme con el director, la carpeta estaba llena con varias cosas extras a los requisitos y mucho más de lo que Darleny hubiese puesto por sí misma. Pero era suficiente para asegurarle a ella entrar en la competencia de señoritas aniversario y a mí para conservar su estima y todos los beneficios que con ello se ganaban.
Cuando me encontré al director, este estaba echándole la bronca a un maestro por la cantidad de reprobados en su clase, por lo que no se entretuvo conmigo ni un instante.

—Ve a mi oficina, pon la carpeta sobre la mesa, no toques nada y hazlo rápido.

Me entregó su llave y siguió regañando al maestro sin que este tuviese tiempo a defenderse ni yo de agradecerle. Así que fui a su oficina abrí la puerta con la llave que él me había dado. Mi plan: entrar, dejar la carpeta, regresar a donde estaba el director y devolver la llave. Era coser y cantar, hasta Janice lo podría haber hecho.

Fui, deslicé la llave en la cerradura, abrí la puerta. No obstante, en el momento en el que entré, me encontré una escena bastante compleja que había estado sucediendo en la oficina del director sin que nadie se hubiera enterado hasta ahora:

Había un chico en medio del despacho, tan sorprendido como yo. Si yo me quedé paralizada al verlo detrás del escritorio del director después de abrir la puerta supuestamente cerrada desde la tarde anterior, él se sorprendió aún más al verme entrar. Por un momento nos miramos en silencio hasta que mi cerebro hizo clic. Un chico metido en la oficina del director, sus manos sosteniendo tres folios del escritorio, la respuesta en éste caso era muy obvia.

—Estás robando. —prácticamente grité, asombrada.

Él retiró las manos de los papeles y los escondió tras la espalda. Una de esas subió a su cabello para revolverlo nerviosamente hasta que pareció recuperarse para devolverme la mirada.

—Lo normal es que se salude al entrar ¿no te lo han enseñado, pueblerina? —me dijo con voz suave pero amenazadora. Me quedó paralizada, esa voz la había oído en otro sitio, aunque no recordaba cuál. Como si procediera de otro mundo, o de uno de esos sueños que no se pueden terminar de recordar al despertar pero que sabes que son significativos y especiales. Eso no quitó el hecho de que acabada de insultarme en plena cara.

Un Abismo Entre Catarsis y OniriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora