05: Grabados en el tiempo

31 12 13
                                    

HAZEL

La pregunta que aquejaba mis nervios no era sobre el objeto que movía a esos dos policías a andar por las habitaciones de la casa de Mayra, probablemente en busca de alguna sustancia ilegal o algo por el estilo. Tampoco por que se llevaron a la directora y a las actrices al bote si el problema era solo con Mayra. Mucho menos por qué en el camerino, y debajo de la cama en donde yo estaba escondida, se hallaba una caja de hojalata del tamaño de mi cabeza.

Sino el por qué había llamado a Janice en vez de a Darleny.

Sonará a un tema de poca importancia, pero no cuando lo que has hecho es evadir a la chica que más te conviene antes que a tu... Suspiré en silencio y el polvo de debajo de la cama se dispersó suspendiéndose en el aire. No éramos amigas. No éramos nada. Quizá confidentes. Quizá conocidas. Pero solo quizá. Janice no me contaba nada, a excepción de algunos de sus sueños, de los que yo terminaba burlándome. Por lo que no podíamos permitirnos el apodo.

Ella para mí si era mi confidente, porque mi vida se encontraba a su disposición y estaba segura de que casi cualquier pregunta que se le hiciera con respecto a mi existencia, ella respondería. Había que admitir que daba buenos consejos, esa era la razón por la que hacía lo que hacía, porque esa chica podía ser toda lo torpe posible, pero su cabeza daba muy buenas ideas.

Sea como fuere, aún no sabía porque el primer contacto que pinché era el que tenía el ícono de una pelota de basquetbol.

Aparté a la fuerza las espesas brumas de mis pensamientos con ambas manos. Debía serenarme o los policías que había en el pasillo oirían mis latidos aterrados y me verían debajo de la cama, escondida tras unas cajas que me ocultaban a la perfección, pero que no servirían de nada si entre esos allanadores había algún buen observador.

Para mí curiosidad, estos hombres eran raros vestían como policías normales, andaban y hacían como tales, sin embargo, había como una especie de aura en ellos que no me alcanzaba a hacer gracia y me hacía pensar que estos no eran policías reales. Yo los miraba desde mi escondite por el resquicio entre una caja y otra, expectante.

¿Por qué Ottoniel estaba con ellos? No tenían nada que ver con él esos hombres. Parecían más que oficiales, gente perdida, buscando algo que ni siquiera sabían que era. Miraban a todos lados con ojos entrecerrados y con el cuidado de tocar muy poco.

El sitio que había escogido para mi escondite era, en definitiva, un área de visión perfecta. Los policías habían dejado la puerta del camerino improvisado abierto y ellos estaban a la distancia perfecta para que yo pudiese verlos al completo. Esta situación no me gustaba, ¿Tendría que esperar a qué se fueran para salir?

Antes de ponerme a analizar mis opciones, el niño rico salió de una esquina en mi campo de visión. Se veía como si de un momento para otro fuera a gritar. Pero yo no podía definir si era de alegría o de ira, porque realmente su expresión solo denotaba pensamientos turbios. Y por la forma en que apretaba los labios, sabía que se negaba a decir nada.

"¿Qué estás haciendo, Otto?" Me pregunté al verlo en su caminata apresurada entre los policías.

Observé la línea de sus hombros tensarse, pero su paso solo acrecentaba su ritmo de búsqueda. Él, a diferencia de los demás, no tenía ningún tipo de pudor al rebuscar entre los objetos para localizar quien sabe qué, sus manos grandes tomaban y volcaban los adornos y cosas con asombrosa rapidez.

Parecía hiperactivo, a nada de explotar. Se veía a leguas que su irritación crecía a pasos agigantados mientras las cosas caían al suelo.

-¿Nada? -preguntó volviéndose a los guardias que, como yo, no habían perdido detalle de Ottoniel.

Un Abismo Entre Catarsis y OniriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora