25: Un Pez, Profesor

21 7 10
                                    

JANICE

Reginald entró en clase esa tarde justo cuando Hazel, Maresa y yo pasábamos por enfrente del aula. Nosotras dos no perdimos detalle de él cuando caminó erráticamente hacia su pupitre y casi se sentó sobre otro chico que le dio un empujón. Parecía estar en piloto automático, tropezando de vez en cuando con todo y, según lo que Hazel me dijo, a lo mejor traía la misma ropa que el día anterior.

—¿Sabes qué pienso? —le murmuré a Hazel cuando pasamos de largo el aula, después de que Maresa se fuese con Darleny a su propia aula de informática.

—Seguro que algo parecido a lo que yo misma pienso —bufó con cansancio.

—Es el mismo estado en el que estaba Mayra después de lo del teatro.

Asintió, consternada—Pero todavía no lo sabemos a ciencia cierta...

—Preguntémosle el año en el que estamos —traté de hacerla regresar, pero ella me lo impidió.

—Tenemos el curso de biología en poco menos de quince minutos, esperaremos hasta mañana —me ordenó jalándome del brazo.

—Bien. De todas formas, Harshal nos dijo que no pasaría nada malo con él.

—¿No habrá sido Harshal el que le hizo eso a Mayra como se lo hizo a Reginald? —masculló ella. Me dejé llevar por ella hasta el laboratorio. Hablábamos en susurros y procurábamos no quedarnos solas por los pasillos, por miedo a otro ataque— piénsalo, tiene sentido. Él le hizo esto a Reginald, puede habérselo hecho a ella también.

—No, él no lo hizo. —desacredité sus palabras de inmediato— Harshal es bueno, si hizo esto fue porque era necesario. Y no siento que nos haya mentido alrespecto.

—¿Por qué descartar tan rápido a ese esclavo perturbado? —siguió sospechándo— Si es el único alquímico que conocemos y, además, encaja a la perfección con el ser que me atacó. Justo como describiste su vestimenta, así viste él.

—Escucha, no creo que haya sido Harshal, solo recuerda con qué dulzura besó nuestras manos. Te diría que está enamorado de ambas, pero es claro que él viene de otra cultura en la que besarle las manos a alguien es símbolo de... No sé, sumisión.

—Eso mismo es aquí también, Janice, no le des más vueltas. Fácilmente puede haber actuado, y ser el mismo que nos atacó antes. —pasamos una esquina y el campo apareció tras los módulos, como extrañaba ir a jugar baloncesto sola de madrugada, otro sacrificio más que hacía a causa de todo esto— lo acabamos de conocer, nada nos asegura que no sea un buen mentiroso.

—¿Cómo Reginald? —puse el dedo en la llaga intencionalmente— Harshal no lo hizo. No podría, no hay nada malo en él. ¿No sentiste con qué ternura nos sostenía la mirada? Como si fuéramos realmente quien dice que somos.

—Vamos a ver —hizo una pausa en el pasillo para mirarme a los ojos— crees que él no lo hizo, y estás convencida de lo que nos dijo ayer.

—¿Y tú no?

—¿Cómo quieres que no dude? —se desesperó ella tomándome de nuevo del brazo y reanudando el paso al aula del laboratorio de biología— después de una vida entera escuchando hablar de un cielo y un infierno, hasta de vez en cuando de un purgatorio, y viene ese chico con ropa pasada de moda, sus modos raros y esa devoción tiernamente masculina... ¿te parece que es algo que se cree a la primera?

Alcé una ceja— No deseo molestarte, pero ya antes te han mentido chicos.

Volví a rozar el tema indirectamente, pero haciendo alusión a él. Hazel sabía a qué me refería, por supuesto, me lazó una mirada extraña y se limitó a arrastrarme en silencio.

Un Abismo Entre Catarsis y OniriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora