27: Explicaciones

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JANICE

—Los ojos se tornan morados por la maldición, —nos explicó Harshal cuando ya había terminado su comida— es el precursor de la transformación en demonio. Todos en El Abismo nacemos con esto, lo llevamos en la sangre y lo heredamos a nuestros hijos, por eso solo podemos casarnos entre nosotros, si se nos llega a permitir casarnos.

Hazel y yo lo seguíamos mirando mientras él zurcía con aguja e hilo la manga de su túnica rota, parecía pensar en voz alta antes que otra cosa cuando nos respondía. Prefería sentarse en el suelo, ante nosotras, que estar a nuestra altura en el otro sillón desvencijado.

—Pero esa maldición no se desarrolla sino hasta la pubertad, y a veces un poco después, aunque depende de cada quien. —se pinchó con la aguja e hizo un movimiento espasmódico, pero siguió arreglando la manga como si nada— algunos niños lo desarrollan desde que nacen y son más propensos a la transformación y a ataques de ira, son los hijos de demonios, y tienen los ojos morados perpetuamente. Mi hermana era así.

—¿Entonces por qué es que nosotras también tenemos esa maldición? —murmuré, pasé mis palmas sudorosas por mi pantalón, la posibilidad de transformarme en un demonio no era nada agradable en ningún sentido— estoy segura de que mi familia es normal. Nadie, ni siquiera mi antepasado Yoaryson con sus gallinas de guinea pudo pertenecer a El Abismo.

—Dímelo a mi —dijo con sarcasmo Hazel— mi familia es completamente normal también, más que la tuya si me atrevo a decir.

Harshal se encogió de hombros.

—En los pensamientos de ese chico había varios con sus ojos morados, mis señoras —comentó Harshal echándonos una mirada curiosa— ¿esto les ha pasado desde hace mucho?

Hazel y yo nos tomamos un rato para pensarlo. No recordaba cuando fue la primera vez que alguien me dijo que mis ojos habían brillado de esa forma, pero todos lo atribuían a casualidades de la luz o que de plano se lo habían imaginado.

—Recuerdas a Ordoñez —dijo con fastidio ella.

—Aún me pregunto en qué estaban pensando sus padres para ponerle de nombre eso.

—Él vio morado en mis ojos antes de que lo abofeteara. Extendió el rumor de que tenía ojos de garrobo ¿lo recuerdas? Y por un tiempo todos me miraban a la cara para averiguar si era cierto.

No evité reírme con ese recuerdo, claro que seguía presente en mi memoria, pero había sido hace mucho. Ambas miramos a Harshal que seguía trabajando en la manga de su túnica mientras aun la traía puesta, talvez para sobrellevar su ansiedad, pero estaba atento a nosotras.

—En ese caso tuvo que haber comenzado desde hace mucho, en menor medida y sin que lo notáramos —concluí— y solo se ha intensificado con el tiempo.

Harshal frunció el ceño— sabía que tenía que haber leído los demás pergaminos del ladrón en el escondite que fue de ustedes, mis señoras. Ahí probablemente habría una respuesta para ello... Por lo demás, me temo que solo puedo decirles que la maldición y la alquimia no son la combinación más fácil de controlar, pero como antes, cuando fueron una sola, Anania lo supo usar a su favor. Mi hermana siempre dijo que ese era el secreto, parte de ello la hacía tan poderosa a ella también, que tenía ambas de igual forma.

—Espera, llevas hablando de esa hermana tuya en varias ocasiones —indagó Hazel— ¿qué hay de ella? Si era tan poderosa como lo fuimos nosotras ¿por qué no tomó el poder en vez de esperarnos?

—Pero has dicho que era... —me uní a la conversación— ¿es que ya no lo es?

Los rasgos de Harshal, tan nerviosos y humildes, volvieron a ensombrecerse y por un instante, dejó los ojos fijos en la tela de su túnica. Sus dedos se detuvieron y nosotras lo contemplamos con interés.

Un Abismo Entre Catarsis y OniriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora