46: En las inmediaciones de El Abismo

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HAZEL

El hombre me silenció con un gesto, negó suavemente y me señaló a Harshal, que se había paralizado en su puesto. Vi sus orbes oscuras y sombrías, anclados en un punto fijo, pasando de ser apacibles estrellas nocturnas a purpúreos pozos sin fondo. Una voz inhumana brotó de su garganta antes de dedicarme una mirada donde tétricamente se fue apagando la conciencia.

—Tendrás que cumplir la profecía, Hazel.

Ante mis ojos, Harshal se retorció y dobló sobre sí mismo cayendo al suelo en agónico vaivén mientras todos los músculos de su cuerpo se contraían de forma espasmódica y se estiraban con igual intensidad hasta tener un largo y grosor el doble del original. Su piel aceitunada se oscureció hasta volverse de un azabache profundo como el universo y el grito que una vez Janice experimentó en su sueño lúcido heló mi sangre y terminó por herir mi corazón. Harshal era ahora un demonio, un verdadero caminante del abismo otra vez.

Se alzó, como un ser infernal, rompiendo sus cadenas, y la debilidad palpitó en mi pecho siendo opacada por la expansión exponencial del terror. Los ojos violáceos, desorbitados, no enfocaban nada en concreto, pero avanzó a cuatro patas por la plaza hasta irse. Miré a Nikola y a Ignacio a mi lado, que no habían dado la ilusión de inmutarse en lo absoluto, sino que toda su aura traslucía entereza y parsimonia. Nikola en especial, ni siquiera siguió quitándose la sangre que bajaba del cristal de su frente. Entonces entendí que este no era un habitante de El Abismo, ni siquiera de Misraim. Su mirada logró calmar el pánico que me envenenaba y la tristeza volvió a reclamar mi corazón.

—Janice está aquí y ya ha iniciado la guerra. —dijo con naturalidad— 

—¿Cómo? —intenté deshacerme del dolor de la gran tristeza, pero me fue imposible— ¿Acaso Harshal se ha convertido en demonio porque Janice lo ha llamado?

—Ella lo ha reclamado a su lado. A él y a toda la raza demoníaca del Abismo. Va hacia El abismo. Seguro ha llamado a todos sus servidores oscuros, todos los que eran esclavos de Catarsis y Oníria. Todos los habitantes de El Abismo que están atados por la antigua maldición alquímica que pudre sus almas con ira desde su interior.

—Forma un ejército —concluí en un gemido— Pero ¿por qué no me afecta a mí?

—Porque tú sigues siendo parte de ella. No se detendrá hasta destruir Catarsis y Oníria. Y si nadie la detiene probablemente acabará con El Abismo y Racotis también, si no se le ocurre tomar posesión de Rhem —la tristeza estaba desapareciendo ahora que había sentimientos más fuertes que la opacaban, como el terror y la desesperación— pero pensándolo bien, los recuerdos de Janice de Rhem pueden atraerla a La Paz, Yarula cuando todo termine. Entonces si se desatará el infierno.

Fue fácil para mi entender lo que ocurría.

—No soy la parte buena —declaré poniéndome en pie— Anania tuvo una vida miserable, llena de muerte, terror y dolor. No había más bondad en ella que amor por Jocsan. No conocía la bondad o el cariño, por eso, al fragmentarse su alma no se dividió en la tan típica bondad y maldad. Sino en ira y tristeza, que eran los sentimientos que más pesaban en su alma.

El profesor sonrió, invitándome silenciosamente a continuar con mis cavilaciones. Reflexioné un segundo.

—La debilidad ha pasado a segundo plano porque el terror fue más fuerte. Imagino que Anania nunca pensó en eso, que se podía contrarrestar la tristeza con... El deseo de vivir, por ejemplo. Quizá Janice... pueda hacer a un lado su ira si...

Alcé la vista y mis ojos hicieron contacto con los del extranjero.

—¿Tienes idea de qué tipo de sentimiento positivo pueda opacar a la ira?

Un Abismo Entre Catarsis y OniriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora