34: Más Problemas

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JANICE

Decir que me encontraba pensativa era piropo. Estaba al borde de un colapso mental. Caminaba como en una cuerda floja, cuidando cada paso que daba como si alguien fuera a seguirme. Pero es que era evidente que sí, había alguien detrás de nosotros y no era la hermana de Harshal, como habíamos terminado suponiendo en secreto, no había nada bueno en un ser que nos seguía los pasos lanzándonos rayos de la nada. La situación no podía ser más ridícula.

Y yo que pensaba que todo este mundo de Anania se había abierto a nosotras recientemente. Pero si Hazel había sido traída de otro sitio hasta La Paz, Yarula, quería decir que esto... Esto tal vez ya estaba predestinado. Bueno, es comprensible que las almas reencarnarían en diferentes partes del mundo y diferentes dimensiones, por suerte no fueron otras épocas. Eso sí que hubiera sido un problema.

Pero el hecho de que fuera el propio Ignacio el que nos reunió, era impensable. No había persona más desapercibida que él y aun así todos en la comunidad lo conocían. Si no hubiera sido Hazel la que me reveló aquella tajante información, la hubiera descartado en el acto y sin siquiera pensarlo. Pero ¿Cómo dejaba esto a Ignacio? ¿era algún tipo de reencarnado o acaso venía de Misraim? ¿porqué tendría en su poder ese pergamino? ¿Y porqué no se quedó él con Hazel en vez de dársela a otros? ¿Cómo es siquiera que sabía que Hazel era parte de Anania?

Mi amiga, que ahora podía llamarla como tal, me habló de cómo Ignacio había aparecido en la puerta de sus padres con ella envuelta en hirsutas telas, con la condición de dársela a cambio de su palabra de no hablarle nunca de su procedencia, por lo menos hasta que se cumpliera un tiempo prudencial, como unos veinte años. Era claro que habían roto la promesa.

Suspiré, este problema era, en definitiva, de los más horribles que había tenido que enfrentar. Aunque había que decir, que no era yo la que lo tenía que tratar sino Hazel. No me imagino la situación de saber de pronto que mis padres no eran los que de verdad me trajeron al mundo. Yo si era hija legítima, se los pregunté al no más poder, por si las dudas. El parecido era evidente, pero por si acaso, las sorpresas no dejaban de abundar en ese momento. Si me hubieran dicho que mi padre no era mi padre y de pronto lo era Ignacio, me habría dolido la cabeza pero no lo hubiera descartado tajantemente.

Por suerte, Hazel estaba conmigo y no podía olvidar a Harshal, que, aunque estaba tan lejos de entender la alquimia como nosotras, aun así, lo intentaba. Nos habíamos hecho muy cercanos los tres. Casi se podría decir que Hazel y yo estábamos por fin en un concepto que podría calificarse como amistad, porque hasta ahora después del pacto de paz, nuestras peleas eran muy raras. Y lo digo de esa forma porque muy a mí pesar, Hazel no dejaría nunca su personalidad especial y yo... Yo simplemente no podía ceder para toda la vida.

Pero era agradable, de lo contrario sería como estar con una persona completamente desconocida. Así se sentía a veces, cuando pasábamos tranquilas demasiado tiempo.

El mango ácido de Ignacio apareció antes de que viese la fachada de la casa. Me detuve bajo su sombra a seguir pensando. Si Hazel y yo decidíamos volver a guarecernos entre sus ramas para espiar la calle o a Otto, sería un escondite magistral por todas las nuevas hojas, brotes y ramas que habían crecido gracias a nuestros cuidados. Ya era increíble de por sí que Harshal estuviera aquí y que ayudase con el árbol, pero Hazel, tan negligente y odiosa con las cosas pequeñas como esta, era todo un cambio el que siquiera se preocupara.

Cuando las suturas sanaran y su operación no se notase, la ayudaría a regresar a casa de Ignacio solo para que vea el progreso que el mango llevaba.

Con lentitud, alcé mi mano hacia una rama cercana a mi cabeza. Pensé que tal vez... Tal vez podría...

Un Abismo Entre Catarsis y OniriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora