31: La desolación de Catarsis

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¡Hola! 

Hasta ahora no había dejado ningún mensaje ni ningún comentario o aviso con respecto a la obra, porque no había nadie que lo leyese. Y es que de verdad que me decepcioné de la nula audiencia que esta historia estaba alcanzando. Después de tanto tiempo escribiendo, planificando y pasando mis días solo en esta obra, el verla pasar completamente desapercibida me dio bastante fuerte y me vi a nada de abandonar su publicación.

Por eso deseo agradecer públicamente a vida2veces muchas gracias por tus lecturas y tu promoción David, me has dado mucha vida al ser el único (y el mejor) lector de mi historia, de mi catarsis. 

Gracias de antemano por esa reseña en la que ya estás trabajando, no te sientas obligado a leer lo que vaya a publicar a partir de ahora, la reseña bien puede ser creada con los primeros 30 capítulos. 

¡Muchas e infinitas gracias! 

si pudiera dedicarte esta historia en su totalidad a ti, lo haría, pero solo tengo la opción de hacerlo por capítulos xd.

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HAZEL

Esa tarde volví a la casa de Ignacio para hacer comer al esclavo, Janice debía llegar un poco después porque su padre había necesitado ayuda con no sé qué asunto de nuevo. Separarnos últimamente era más raro que no pelear, porque nos manteníamos muy cercanas a causa de todo, por las pesadillas y por Harshal. Nos separábamos solo en momentos en los que no podíamos evitarlo, como en las noches o madrugadas, en el colegio nos encontrábamos a no más poder y por las tardes nos las pasábamos con Harshal o en el parque.

Esta vez yo iba sola. Había olvidado cocinar algo extra para el esclavo, tuve que preparar a toda prisa algo comestible antes de salir. El mango ácido de Ignacio reverdecía casi frente a mis ojos, dándome una exuberante bienvenida, a pesar de que me recordaba a Reginald y a Otto por el día en el que Harshal le borró la memoria al primero y vimos salir al segundo por la puerta.

Al esclavo, lo encontré quieto con un pesado libro en las manos y un gesto de profunda concentración. Estaba semi encorvado sobre las páginas, metido bajo la mesa, con los hombros echados hacia adelante y un mechón del cabello oscuro descansando sobre los ojos. Había polvo en su ropa, lo que me sugería que ni siquiera se había movido desde que lo dejamos ahí el día anterior. Probablemente no había dormido ni nada.

Después de unos segundos, me apercibí de que podía haberme quedado observándolo sin que él se diese cuenta por horas si me lo proponía. Era muy extraño. Pero no era desagradable. Si estaba así era por nosotras, estudiando lo que el libro decía para enseñárnoslo después. Él todavía pensaba que Janice y yo no queríamos ir y que aun debía mostrarnos más para convencernos.

Ambas sabíamos lo que opinaba la otra. A pesar de todo el peligro, queríamos ir y cumplir nuestro destino, aunque para eso tuviéramos que cooperar y dejar de pelearnos como dos gatas locas. A pesar de que de nosotras brotara la desgracia.

—Harshal... —lo llamé con suavidad, pero el chico dio el respingo de su vida y el libro se le resbaló de las manos al suelo y al intentar incorporarse dio con la cabeza en la mesa— ¡Dios! Lo siento, eso sonó doloroso... ¿estás bien?

—Por supuesto, mi señora, nunca podría estar mejor que en su presencia —se frotó el área lastimada con una mano y luego buscó con la otra el libro, varias páginas se habían soltado en el proceso— ¿porqué no está aquí la señora Jazira?

Un Abismo Entre Catarsis y OniriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora