43: Es necesario

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JANICE

Salté, como electrificada, y me quedé sentada en mi lugar. Ante mí se cernía un extraño espectáculo, parecía que estaba en un vertedero, o eso fue lo que se me ocurrió pensar al ver tanta basura junta. Libros por todos lados, sangre seca en las paredes, olor a papel quemado y otras inmundicias degradantes.

Se trataba de una habitación redonda, sin ángulos de ningún tipo, solo curvas. Una puerta entreabierta a mi derecha que daba a un pasillo y esfera ingrávida de luz blanca eléctrica sobre mi cabeza.

Estudié mi situación e intenté pensar en lo que había pasado antes.

—Ay no... —me llevé una mano al rostro— Harner...

Inmediatamente me silencié, se oían pasos por el pasillo. Pero entonces entendí que esta no podía ser la casa de Harner, que no podía ser que yo hubiese caído en sus brazos tras la graduación, porque en su casa nunca habría una habitante de El Abismo y esta, en efecto, lo era.

De la oscuridad de esa puerta entornada, apareció una figura que resultó ser una joven, más o menos de unos doce años, que se acercó al lecho en el que yo estaba. Su capucha, echada sobre su cabello y parte de su rostro, me permitía ver únicamente su mentón y labios. Su túnica morada estaba descolorida, raída y terriblemente sucia, sus pies descalzos. Era de El Abismo.

—No se asuste, soy una servidora.

—No estoy asustada —le mentí— solo... Alterada. ¿Dónde estoy? ¿Eres habitante del abismo?

La capucha fue retirada de su rostro y tuve acceso a sus rasgos, que me fueron familiares instantáneamente. Era lo que Harshal dijo que eran los hijos de demonios, personas que nacían con mayor conexión con la maldición. Parte de su rostro estaba plagado de una cosa negra, como un costra de oscuridad y piedra. También un brazo y poco más de lo que se veía de su piel, era una mezcla de humanidad y monstruosidad. Sus ojos morados eran como los de pocas personas en el abismo, pero me indicaban que tenía una personalidad influenciada por el aura demoníaca.

Tras ella se perfilaron otras cinco figuras, todas con ropas parecidas que tenían características  similares. Todos era hijos de demonios y eran mayores que yo, veinteañeros. Entonces sí me asusté. La chica pareció sentirlo porque se acercó más a mí, al hablar, desgranó unos dientes tan raros, mórbidos y desagradables como los de los demonios.

—No tiene idea de como nos costó ir y venir de la dimensión de Rhem. —al ver mi expresión, agregó— así es como nosotros conocemos a su mundo. Cuando yo estuve siguiéndolas nunca sentía su presencia hasta que abrían sus relicarios.

—¿Nos estuviste siguiendo? —exclamé alarmada— ¿Eras tú? ¿por qué?

—Déjeme explicarle, mi señora... Mi nombre es Morrigha, soy la líder. Todos nosotros, —hizo un gesto para abarcar a sus congéneres— somos los últimos seguidores que aún conservan sus ideales, mi señora Jazira. Éramos sus seguidores cuando usted era una con Saray y lo seguimos siendo a pesar de todo. Hace ya mucho que Froylina tuvo una visión en la que se le presentaba la profecía de su regreso y de la guerra de Misraim. Cuando el resto de los de El Abismo la oyeron, se acobardaron y no quisieron creerle, pero la profecía se extendió hasta los oídos de la sacerdotisa Talaya.

—Esa vieja asquerosa tiene más que ver en este complot de lo que pensaba ¿no es cierto?

La chica se encogió de hombros— Siempre ha temido vuestro regreso.

Se refería a Anania, pero no la interrumpí, quería saber todo. Me era muy interesante este tema, sabía que de algún modo Hazel y yo nos veríamos inmersas en este tema de nuevo.

Un Abismo Entre Catarsis y OniriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora