Cuarenta y cinco minutos

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Cerré la puerta y apoyé la espalda contra la plancha de madera maciza. Hogar dulce hogar. Con un movimiento rápido de mis tobillos me deshice de sendos zapatos. Los tacones me estaban matando; dos segundos más puestos y habrían tenido que amputarme los meñiques. Dejé caer el bolso al suelo y de mis labios salió un gemido de alivio. Como en casa en ningún sitio. Este era mi pequeño feudo, donde habitaba la auténtica Kara, esa que pocos conocían. El lugar en donde todas mis manías tenían cabida a la luz del día, lejos de las miradas ajenas. Donde no había espectadores que pudieran juzgarme.

Estaba tan cansada tras la jornada de trabajo y la noche de citas rápidas que no tenía energía ni para arrastrarme hasta la cama. Me quedé apoyada contra la puerta con los ojos cerrados durante unos minutos. Automáticamente los ojos de Lena se fueron perfilando en mi mente, seguidos de sus labios. Su voz se reprodujo para mi deleite y reverberó dentro de mi cráneo como si estuviera escuchándola en ese preciso instante. Qué cabrona era la imaginación cuando tenías las defensas bajas. Me reí de mi propia debilidad con las últimas fuerzas que me restaban. O mucho me equivocaba o a pesar del cansancio, la visión de cierta morena me quitaría el sueño esa noche.

Una notificación de mi teléfono móvil me sacó de la espiral de pensamiento en la que me estaba deslizando. Probablemente sería Alex avisándome de que ella también había llegado a su casa. Me agaché para recoger el teléfono de mi bolso y escribirle de vuelta. Me sorprendió que la notificación no fuera de un mensaje de Alex, sino de la organizadora del Speed dating con mi lista de matches. Había sido rápida y diligente, eso había que reconocérselo. Mi pulgar sobrevoló la pantalla del dispositivo dudando si posarse o no para ampliar el contenido de la notificación. Impaciencia y nerviosismo se debatían a partes iguales en mi interior. ¿Sería una buena señal o una mala haber recibido este mensaje tan rápido? Puede que no tuviera ninguna coincidencia y que este mensaje solo constatara que debía empezar a comprarme gatos. Sacudí la cabeza intentando deshacerme de esos pensamientos tan negativos que no iban a llevarme a ninguna parte y exhalé. Había vuelto inconscientemente a contener el aliento. Finalmente, pulsé la pantalla y el texto completo del mensaje apareció frente a mis ojos. Cinco chicas habían hecho match conmigo. Sonreí dejando que mi ego disfrutara por unos instantes y después recorrí la lista en busca de su nombre. Mi sonrisa se amplió cuando leí las cuatro letras que lo conformaban: Lena. Ahí estaba. Sin darme cuenta estaba dando saltos por el hall de entrada. Sí, la misma mujer que cinco segundos antes estaba demasiado agotada para llegar a la cama ahora daba saltos de alegría. Me detuve en seco y repasé la lista nuevamente, Imra también estaba al igual que Megan. Sonreí de lado, qué maravillosas coincidencias. Entrecerré los ojos pensativa, ¿Quiénes eran Joanne y Mary? ¡Oh, Dios! Entre tantas chicas era incapaz de recordarlas.

"En casa sana y salva. Adivina quién tuvo tres matches. Descansa."

"Adivina quién ha tenido cinco..."

"Te dije que arrasarías. Espera, no tendremos coincidencias ¿verdad? Me sabría mal robarte a tu chica."

"Como si pudieras robármela, Alex. Sigue soñando. Dulces sueños y gracias por ser mi escudera esta noche. Xox"

"A tu servicio siempre. Muack."

Puse el teléfono móvil a cargar, necesitaría el cien por cien de su batería para afrontar una nueva jornada de trabajo. Era una herramienta fundamental para mi labor como periodista; sin un teléfono operativo no era nadie. Vi como se iluminaba la pantalla de carga y arrastré los pies hasta mi cama, dejándome caer sobre la mullida superficie del colchón cuando mis rodillas chocaron contra el borde de éste. Dicen que si un árbol cae en un bosque desierto no hace ruido. No creo que los vecinos de la planta de abajo opinaran lo mismo del estruendo que hicieron los muelles de la cama al recibir mis cansados huesos.

VirahaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora