La próxima vez

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Despertarse sola en una cama, sin que Lena estuviera fuera por un viaje de trabajo, era un hecho insólito. Si encima se trataba de una noche del fin de semana, aquel acontecimiento era prácticamente inconcebible. Nos habíamos convertido en ese tipo de parejas que encarnaban el estereotipo de relación lésbica: inseparables. No nos habíamos mudado juntas nada más conocernos - y probablemente tardaríamos mucho en hacerlo a causa de los traumas que ella arrastraba -, pero la cruda realidad era que rara vez dormíamos separadas.

Por eso me sorprendí cuando me di cuenta, al abrir los ojos, que Lena no estaba acurrucada a mi lado. Me estiré hasta desentumecer todo mi cuerpo y acaricié su lado de la cama; estaba frío, lo que significaba que hacía un buen rato que se había levantado. Por una fracción de segundo mi mini-yo pesimista encendió las alertas y debió de pillarme con la guardia baja de recién levantada, porque bajo otras circunstancias yo no habría creído su perorata. Lena no se escabulliría de su propia casa, ya no y menos de mí. Sin embargo, durante esa fracción de segundo dudé de mi instinto y por ende, dudé de ella. ¿Tanto miedo tenía de perderla que a la mínima de cambio ya me ponía en lo peor? ¿Y si era otra cosa? ¿Y si Lena ya se había cansado de mí? Teniendo en cuenta su historial antes de conocernos no era una idea tan descabellada.

Sacudí la cabeza desechando el círculo vicioso de pensamiento en el que me había inmerso, y me incorporé sentándome sobre el lecho. La vista frente a mí me dejó sin aliento. Ahí estaba ella. No se había ido a pesar de mis temores, seguía en casa conmigo. Me acomodé en el colchón y abracé mis piernas para contemplar tranquilamente el espectáculo. Lena estaba haciendo piruetas alrededor de la barra de pole dance. Me froté los ojos y sonreí. Contemplé cada detalle sin apenas pestañear para no perderme ninguno de los movimientos firmes y decididos, ni la forma en la que se aferraba al tubo de metal con cada parte de su cuerpo, o la fuerza que exhibía alzando toda su envergadura tan solo con una mano, la musculatura de su espalda... Su espalda, por cierto, era de otro planeta. Me mordí el labio inferior de forma inconsciente, cuando en realidad habría querido morder esos músculos tersos.

Frente a mí se desarrollaba una danza a medio camino entre una bailarina de una caja de música y una secuencia de un film porno. Quizás esto último tuviera más que ver con mi mente calenturienta. En mi defensa tenía que decir que Lena apenas llevaba ropa: su conjunto deportivo de sujetador y tanga apenas tapaba lo básico. No iba a quejarme, era una delicia admirarla en todo su esplendor realizando figuras imposibles con su cuerpo. Llevaba observándola cual voyeur escasos dos minutos y ya estaba humedeciéndome. Lo que daría por suplantar a la barra y sentir cómo Lena me atrapaba entre sus muslos o se frotaba de esa forma tan sensual contra mi piel.

Exhalé un jadeo mientras mi mente se dejaba llevar a ese otro universo paralelo en el que yo era su barra de pole dance. Fue entonces cuando ella se percató de estar siendo observada. Detuvo el movimiento que estaba realizando y enroscada con un muslo alrededor del metal, dejó caer hacia atrás su espalda realizando un arco perfecto. Incluso en aquella postura aparentemente incómoda con la cabeza de abajo a arriba, exponiendo su cuello largo de cisne, se las apañó para dedicarme una sonrisa de lo más traviesa.

Mis mejillas empezaron a arder. Pasaron de cero a cien en un pestañeo, pero no me dejé aturullar por la vergüenza de haber sido pillada in fraganti. Al contrario, me sentí con derecho a mirarla de aquella forma rayando casi la lascivia. Recorrí su cuello con la mirada y me detuve en aquellos dos montículos que formaban sus pechos.

- ¿Te gusta lo que ves?- La voz sensual de Lena me sacó del trance en el que yo sola me había inducido.

Tragué saliva y asentí. Habría sido inútil negar la evidencia. - ¿Sabes?- Me mordí el labio inferior sin apartar la vista de sus senos. - Empezaba a pensar que esa barra era un mero elemento decorativo.- La carcajada que Lena soltó hizo vibrar sus pechos para mi deleite. - Todavía no te había visto usarla.

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