Más cosas en común

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Rodeamos el lago y tras un arbusto, como bien parecía conocer Lena, hallamos una pequeña barca con dos remos. Entre las dos la arrastramos sobre la hierba y la botamos al agua.

Yo todavía no estaba muy segura de lo que íbamos a hacer. - ¿Resistirá?- El tono de duda que se materializó en mi voz fue de manual. - A saber desde cuándo lleva aquí a la intemperie, sin mantenimiento... ¿Y si empieza a llenarse de agua o nos hundimos porque no soporta el peso de las dos?

La sonrisa de Lena se fue alargando a medida que yo encontraba argumentos plausibles para justificar quedarnos en tierra. - Aguantará.- Dijo divertida. - Y si no lo hace, nadamos de vuelta.- Se encogió de hombros y comenzó a descalzarse.

La miré sin saber muy bien qué hacer. Vale, lo sabía, en el fondo sí sabía qué terminaría haciendo, pero aceptarlo sin que fuera a regañadientes era algo más difícil. Me puse de cuclillas y me deshice de mis zapatillas, imitando a Lena.

- No te tenía por una cobarde.- Había un matiz es su voz que me irritó. Estaba vacilándome y se estaba divirtiendo con la situación.

- No lo soy.- Ella había conseguido su propósito, atacar mi ego y ahí estaba yo, erguida en toda mi altura e inflando mi pecho como si tuviera que defenderme de falsas acusaciones. Aunque por dentro la estampa era bien distinta, porque sí que temía que sufriéramos algún tipo de accidente o contratiempo.

Lena soltó una carcajada, me conocía ya bastante bien así que toda mi actitud de falsa seguridad no surtía efecto en ella. Estaba disfrutando sobremanera de mis intentos por no quedarme atrás en audacia. Se arremangó los leggins y se metió con rapidez en el agua. La seguí, pero en cuanto puse un pie en el estanque sentí un escalofrío, el agua estaba helada y toda mi fachada se desplomó cuando solté un juramento. Fue culpa del shock por el contraste de temperaturas. El suelo bajo mis pies tenía un tacto suave. Con mi primer paso me hundí ligeramente en el fango y el verdín del fondo. Avancé con inseguridad, ya no tanto por el estado de la embarcación, sino por evitar resbalar y acabar empapada. De eso, seguro que Lena se reiría de buena gana. Una sonrisa afloró en mis labios al pensar en verla reír; era ya uno de mis hobbies favoritos.

- Ven, sube tú primera.- Me indicó mientras sujetaba la chalupa, ajena a todo el tren de pensamiento en el que me había sumido.

- Ah, ya veo... soy el conejillo de Indias, el sujeto de pruebas.- Llegué junto a ella y alcé mi ceja desafiante. - Ya si todo va bien conmigo, montas tú.

- ¡Me pillaste!- Exclamó de forma exagerada.

Acorté la distancia entre nosotras, para ello solo tuve que inclinarme en su dirección y le robé un beso. No se lo esperaba, pero rápidamente me correspondió. - Es para la buena suerte...- Murmuré sonriendo de lado.

Sentir los cálidos labios de Lena, la forma en la que se amoldaron a los míos y el cosquilleo que me provocaron en las entrañas, me dio el empujón que necesitaba para afrontar el reto. O al menos eso pensé hasta tener que subir a la barca. En cuanto intenté poner un pie sobre ella y cargar mi peso, la embarcación osciló en todas las direcciones posibles y yo temí caer de bruces en el agua helada. Tras varios intentos fallidos y las risitas de Lena, acabé saltando a bordo de una forma muy poco elegante pero eficaz. Alcé mi mentón orgullosa de mi proeza, aunque para entonces ya era demasiado tarde y la chica a la que quería impresionar se frotaba las mejillas para destensar los músculos de tanto reírse a mi costa.

Ella, al contrario de mi torpe ascenso, subió a la barca con su primer salto. Lo hizo con una soltura y gracia que por un momento pensé que estaba viendo a una sirena abordando la chalupa. ¡Cómo demonios se las apaña para que parezca todo tan fácil! Suspiré, enamorada hasta la médula no podía hacer otra cosa.

VirahaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora