Tres amigas

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Llegué a casa agotada tras pasar el día con Imra. Traía a cuestas un sabor agridulce tras la cita, por un lado había disfrutado como pocas veces y por el otro, constatar hasta qué punto Lena era ya importante, me aterraba.

Dejé mis nuevas adquisiciones apoyadas sobre la mesa del salón y en cuanto me desprendí de las vestimentas que había llevado durante el día, parte de mis preocupaciones se desvanecieron con ellas. Permanecía aún el runrún en mi cabeza, ese no se iría tan fácilmente. Nunca se iba cuando la obsesión tenía nombre de mujer.

Saqué el teléfono y abrí el servicio de mensajería. No tuve que deslizar mucho el cursor sobre las conversaciones abiertas para dar con la del grupo de mis amigas. Tecleé con rapidez y envié un mensaje.

"Acabo de llegar a casa, tuve una cita con Imra. Necesito una reunión del comité de sabias. ¿Mañana nos tomamos unas copas en el centro?"

Apenas había señalado el doble tic de entrega y lectura en la aplicación de mensajería cuando Alex contestó.

"Pagas tú, que me la debes desde el miércoles."


"Invito yo... a todas."


"¡Entonces voy!" Nia interrumpió la conversación. "y aviso que tomaré solo cocktails, los más caros del menú."


"Recuerda que solo soy redactora y no estrella de CatCo."


"Mejor te gastas el sueldo en copas para nosotras que en libros para tus baldas. Ya tienes demasiados." Nia siempre tan mordaz y directa.


"Kate, ¿te apuntas tú también?"


"Allí estaré, no me lo perdería por nada."

Me fundí con el sofá en un solo ser y dejé el móvil a un lado. Mis amigas eran el pilar sobre el que resistía los embates de la vida. Siempre estaban ahí cuando las necesitaba, me apoyaban si estaba con niveles bajos de autoestima o me daban un bofetón figurado antes de que cometiera una estupidez. Si hubiera sido una superheroína, ellas serían sin duda el equipo que salvaba el día con una solución sacada de la manga. Confiaba en ellas más que en mi propia familia, no por nada las consideraba a todas como mis propias hermanas. Ellas se habían ganado con creces el derecho a ser tan importantes e imprescindibles en mi vida. Podía no haber lazos de sangre entre nosotras, pero eso no las hacía de menos, al contrario, alguien que sin tener una obligación consanguínea conmigo era capaz de desvivirse por verme feliz merecía formar parte de mi corazón. Ser una hija única había sido una cruz que había acarreado desde que tenía recuerdos, había crecido rodeada de adultos y sintiéndome sola. Maduré rápido porque no tenía otra opción. El universo, intentando cambiar las tornas, había querido resarcirse poniendo a estas tres chicas en mi camino. No podía pedirle nada más a la vida. Con Alex, Nia y Kate a mi lado me sentía invencible, capaz de cosas imposibles.

Con tan solo esa breve conversación por mensajería ya me sentía más serena. Había aliviado parte de la presión que se instaló en mi pecho al salir de la librería, si bien era cierto que no había cambiado nada, saber que vería a mis amigas al día siguiente y que ellas sabrían qué hacer, me dio paz.

Mi vista cayó nuevamente sobre el teléfono, acaricié la pantalla con la yema de mis dedos mientras sentí la tentación llamando a mi puerta. Casi podía escuchar su voz llamándome: Kara, Kara, Kara... Era un canto de sirena, atrayente e ineludible. Inevitable. Presioné con un poco más de fuerza y la pantalla se iluminó. Boom, boom, boom... los latidos de mi corazón se aceleraron. Me sentí como la protagonista de Jumanji, el juego me llamaba, sabía mi nombre, me reclamaba. Y al contrario que los personajes de la película, yo era consciente de que jugarlo desataría un desastre que arrasaría con la tranquilidad en la que me había instalado. Sería el huracán que barrería todo, el caos que no tenía fuerzas para rechazar. Mi voluntad se vio doblegada cuando la inconsciencia tomó las riendas de mis manos y el mensaje se escribió solo.

VirahaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora