Décima planta

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Cuando dimos por finalizada la fiesta del centro cultural no volvimos a mi piso, sino al de Lena. Salimos siendo dos de mi casa y regresamos tres a la de ella. El muñeco de peluche era tan grande que contaba como uno más, el tercero en discordia en nuestra pareja. Cuando llegamos al portal, nos resultó gracioso descubrir que su enorme tamaño superaba con creces el de la puerta. Daba igual ponerlo de perfil, de frente o de costado; el muñeco no entraba por el hueco. Tras una leve reflexión optamos por el trabajo en equipo, yo tiraría desde dentro del portal y ella empujaría desde fuera. Conté hasta tres y cada una usó la fuerza desde su posición. El peluche entró, ¡faltaría más! Después de lograr nuestro objetivo, todo sucedió con rapidez, como una secuencia cómica. Perdí el equilibrio y caí dando con mis posaderas en el suelo, el muñeco salió disparado y Lena se abalanzó sobre mí. Las dos estallamos en carcajadas cuando acabamos tumbadas en el portal de su edificio. La envolví en un abrazo y la atraje contra mi cuerpo. Nuestras respiraciones se mezclaron.

- ¿Estás bien?- Pregunté con un hilo de voz entrecortado. Ella estaba tan cerca que mi corazón se puso a latir acelerado, el pobre había tenido las emociones a flor de piel durante todo el día y ya no pudo resistirlo más. - ¿Te has lastimado?

Lena negó con suavidad moviendo su cabeza y las puntas de nuestras narices se rozaron. Exhaló un inaudible "no" y sentí su aliento entrar en mi boca, cálido y prometedor. Deslicé las manos por su espalda, bajo la tela de su blusa sentí cómo se tensaban sus músculos ante mi roce.

- Invítame a subir...- La frase salió sola, a pesar de ser una petición estúpida, puesto que yo ya estaba de camino a su casa cuando caí de culo en la entrada de su edificio. Era algo más, era mi forma de decirle a Lena que ya estaba lista, que no podía aguantar más las ganas de devorarla hasta saciar mi sed de ella.

Sus ojos se abrieron expectantes y un destello de lujuria afloró en sus pupilas. Clavó su mirada en la mía, buscando la confirmación de lo que estaba por venir. Se la mantuve, no pensaba echarme atrás y su reacción fue morderse el labio inferior. - Al fin...- Susurró sensual contra mis labios antes de darme un beso de esos que cortaban la respiración.

Nos levantamos del suelo con la misma rapidez con la que habíamos acabado en él. Ambas sentíamos la impaciencia bombeando por nuestras venas. Toda la fuerza de voluntad que me había acompañado hasta entonces, esa que me había permitido resistir a los encantos de Lena, se evaporó, o más bien transmutó justo a una fuerza contraria que me arrastraba irremediablemente en su dirección. Pulsé el botón del ascensor como unas quince veces, aún así el elevador no entendió la premura que le estaba demandando. En cuanto sus puertas se abrieron arrojé dentro al acompañante peludo y Lena me asaltó acorralándome contra la pared del habitáculo. Cómo se las apañó para tener las manos sobre mí y acertar a dar al pulsador del décimo piso fue toda una incógnita, pero el ascensor se puso en marcha. Ella parecía tener incluso más ganas que yo del desenlace al que nos precipitábamos.

El trayecto hasta la décima planta se me hizo tortuosamente lento, no iba a quejarme de las atenciones que Lena me estaba brindando, eran todas deliciosas. El problema era que ella estaba prendiendo una mecha que me haría perder el control más pronto que tarde y yo no quería consumirla tan rápido.

Salimos del ascensor dando tumbos, tropezando con nuestros propios pies mientras no dejábamos de besarnos.

El peluche aterrizó sobre el felpudo mientras Lena abría la puerta de su casa. Me pegué a su espalda y deslicé las manos por debajo de su blusa. Me aventuré ascendiendo por sus abdominales hasta que las yemas de mis dedos palparon el encaje de su sostén. Bastó simplemente eso para que mi imaginación volara alto. No hubo necesidad de agarrar sus senos, tan solo con el tacto del tejido me había vuelto agua y mis piernas flaquearon incapaces de sostener mi peso. Escondí mi rostro entre sus cabellos y respiré fatigosamente contra su nuca, su aroma natural me sacudió y lo impregnó todo.

VirahaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora