Una putada

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Aquella noche soñé con mi lugar seguro. Necesité visitar mi playa para relajarme cuando me di cuenta de que no podría quedarme dormida de otra manera. Mi subconsciente debió de anhelar ese lugar paradisíaco una vez que perdí el control de mis sentidos y me entregué en los brazos de Morfeo.

Estuve tumbada sobre la arena de la playa, disfrutando de los rayos de sol sobre mi piel, mientras la marea subía lentamente e iba mojando con cada ola un poco más de mi anatomía. El agua, lentamente, me cubrió por completo y la marea me arrastró mar adentro. Cuando estaba despierta y era yo quien controlaba los detalles de mi playa, la experiencia que venía a continuación, la de bucear y divisar las especies marinas, solía ser relajante. Sin embargo, la versión que proyectó mi subconsciente dormido no obró ese efecto. Por contra, el fondo marino se oscureció y todo allí abajo se tornó aterrador. La corriente me arrastraba cada vez más lejos de la segura orilla de arena blanca a pesar de mi resistencia. Braceé inútilmente por mantenerme a flote y cuando conseguí sacar la cabeza fuera del agua solo vi nubes negras de tormenta.

Mi playa, mi remanso de paz verde, azul y arena blanca había desaparecido. Frente a mí se extendía un negro espeso que se cernía sobre todo. Una sensación de angustia me poseyó, sentí la frialdad del agua y me sentí pequeña e impotente entre tanta negrura. El pánico se hizo presente y mi respiración se aceleró. Intenté mantenerme a flote, a pesar de que las vistas eran aterradoras. Preferí tener la cabeza fuera que bajo el agua porque eso me daba cierta seguridad y control. El sueño, o mejor dicho, mi pesadilla tenía otros planes. Una mano helada me aferró del tobillo y me arrastró hasta el fondo del mar.

Me desperté de golpe, empapada en mi propio sudor y temblando. Sentí el brazo de Lena cruzando mi pecho y eso me tranquilizó un poco; ella era mi ancla con la realidad. Dormía profundamente. Realicé unas cuantas respiraciones profundas hasta que conseguí calmarme. Solo entonces abrí los ojos y miré a mi alrededor. Estábamos en su casa, en su cama, lejos del que hasta hacía bien poco había sido mi lugar seguro. Me deslicé con suavidad fuera del lecho y recorrí tambaleándome los pasos que me separaban del cuarto de baño. La pesadilla había sido tan real que me había dejado algo aturdida. Me lavé la cara y miré mi reflejo en el espejo. ¿Qué demonios ha sido eso, Kara? Me froté los ojos con abundante agua, como si así pudiera borrar los oscuros trazos de mi playa y devolverle la luz y la serenidad que siempre habían tenido.

Era más que consciente de que no podría volver a dormirme, tenía miedo de volver a soñar lo mismo. ¿Y si mi playa nunca volviese a ser segura?, ¿y si el lugar que siempre me había calmado ahora se había vuelto en justo todo lo contrario?

Me sequé la cara y regresé a la cama. Lena seguía durmiendo. Me enfilé bajo las sábanas y encendí la luz de mi mesilla de noche. Ella pareció no inmutarse. Me quedé mirándola un buen rato. Su expresión era relajada, por suerte una de las dos descansaría. Mientras la observaba di rienda suelta a mis pensamientos. No solía sufrir de pesadillas y el mero hecho de haber tenido una me hacía pensar en el motivo. El único que parecía cumplir los requisitos para quitarme el sueño era el secreto que unía a Kate con Lena. Apreté los labios y acaricié con el dorso de mi mano su mejilla. Lena movió ligeramente su cabeza.

Nunca pensé que tendría que lidiar con una situación tan peliaguda en mi vida, pero siendo totalmente sincera, tampoco creía que podría estar con una chica tan increíble como Lena. Quizás hacer la vista gorda, ignorar que una de mis mejores amigas ya se había acostado con mi chica antes incluso que yo, era el precio que debía pagar por ser tan feliz como era. O quizás fuera el recordatorio que me haría tener bien presente que las cosas buenas duraban poco y que esta felicidad que había sentido hasta ahora estaba llegando a su fin. No, me negaba en rotundo a aceptar eso último. Si de mí dependía todo, y así lo creía, no dejaría que algo así enturbiase mi presente y mucho menos mi futuro. Asentí con la cabeza, estaba decidida a no sucumbir tan rápido ni tan fácilmente.

VirahaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora