Las dos

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Cenar con Lena cada noche en su despacho se había convertido en nuestra nueva rutina. Así lo sentí el jueves por la noche al regresar a mi casa después de la velada. El lunes habíamos cenado en el restaurante italiano, pero desde el martes habíamos improvisado una mesa privada para las dos en su oficina. Sushi, gastronomía griega y pizza habían conformado nuestro menú en las citas.

Las ojeras y el cansancio de Lena iban en aumento prácticamente al mismo ritmo que lo hacían mis ganas de volver a quedar con ella. A medida que habían pasado los días, ella había dejado de lado el flirteo tan exagerado del inicio, dando paso por fin a la auténtica Lena tras la fastuosa fachada.

Era una mujer muy reservada en cuanto a lo personal. Apenas hablaba de sí misma salvo de negocios y lo poco que pude rascar de su vida privada pasaba por conocer que, a parte de sus padres, también tenía un hermano mayor llamado Lex. Con ninguno de ellos tenía una relación familiar como se entendía que debería tenerse con la línea consanguínea. Era más bien cordial entre conocidos.

Se notaba que poseía una inteligencia fuera de lo común, ya que a pesar de su cansancio acumulado durante la semana y sus jornadas infinitas, ella seguía siendo rápida y mordaz con sus comentarios. La puse a prueba varias veces cuando descubrí que a ella no le importaba que fuera yo quién llevara la conversación. Gracias a mi labor como periodista, sabía un poco de todo sin profundizar demasiado en nada, lo que me permitía conversar sobre los temas más variopintos y parecer una intelectual. Lena había sido capaz de seguirme en todos y cada uno de ellos. Empezaba a sospechar incluso que ella se estaba esforzando por disimular hasta dónde llegaban sus conocimientos para que yo no me sintiera inferior.

También pude comprobar que era obstinada y cabezota, porque cada noche intenté convencerla de que se fuera a casa al terminar la cena y cada noche se quedó trabajando hasta altas horas. Deduje que se iba a casa en algún momento de la noche, aunque no tuviera pruebas de ello — al día siguiente ella lucía un atuendo distinto del que llevaba el día anterior—. Su fondo de armario parecía no conocer las prendas de marcas populares. Todos los modelos que la vi vestir eran de alta costura y precios que probablemente estaban muy por encima de lo que yo ganaba al mes como redactora.

A pesar de las diferencias evidentes entre las dos, disfruté de la compañía de Lena todas esas noches y podría decir sin lugar a dudas que ella también lo hizo. Se le iluminaba el rostro en cuanto notaba mi presencia en las instalaciones de L-Corp y lo hacía de una manera que a mí me calentaba el corazón.

Miré el reflejo de mi cara en el espejo del cuarto de baño mientras me desmaquillaba. El colorete, la sombra de ojos y el lápiz de labios se difuminaron al pasar el algodoncillo hasta desaparecer por completo. Sin embargo, la sonrisa que llevaba tatuada desde que había dejado entrar a Lena en mi vida, esa sonrisa, era inmune a cualquier desmaquillante.

Suspiré sin apartar la vista de mis propios ojos; era incapaz de recordar cuándo fue la última vez que me había sentido tan feliz. Me estaba ilusionando con la posibilidad de una relación con Lena y Nia tenía razón en cuanto a eso de que me enamoraba con facilidad. Cuatro días, concretamente cuatro cenas, habían bastado para tenerme ya colada por sus huesos. Cuatro cenas y siete minutos para mayor exactitud. Resoplé una sonrisa y sacudí la cabeza. No tenía remedio.

~•~

Mi tradición de los viernes — baño caliente y lectura — se vio trastocada por primera vez. No me di cuenta de que su efecto motivador no había sido el que me había mantenido en la cresta de la ola toda la semana. En su lugar, Lena había ocupado todos mis pensamientos. Ella era la chispa de la vida que me había ayudado a transitar las tediosas jornadas de trabajo con una sonrisa en los labios. Ella iba a ser el motivo también por el cual cambiara mi rutina de los viernes. Lo que no consiguieron ni mis amigas insistiendo en sacarme de fiesta para hacerme encontrar pareja, lo consiguió Lena en un abrir y cerrar de ojos. Para ser sincera, no me importaba perderme lo que hasta entonces había considerado lo mejor de la semana. El baño de burbujas ahora solo parecía tentador si lo compartía con cierta morena.

VirahaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora