Dos historias paralelas

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Lena, a pesar de la siesta que había tomado a mediodía, seguía agotada y le estaba pasando factura. Los bostezos no tardaron en aflorar en su rostro en cuanto terminamos la cena y fue la señal convenida para acostarnos pronto. Como si fuéramos una pareja de ancianas, en lugar de dos jóvenes rayando la treintena, estábamos metidas en la cama a las nueve y media de la noche. No había segundas intenciones en nuestro plan: íbamos a descansar. Un sábado por la noche temprano en la cama para dormir.

Apenas apoyé mi espalda sobre el colchón, Lena enrolló su brazo alrededor de mi cintura y apoyó su cabeza sobre mi pecho.

- ¿Te importa si leo?- No quería dormirme porque sabía que la pesadilla llegaría, era una certeza, la única incógnita era cuándo lo haría. Esta vez no dejaría que me pillara dormida, así que para mantenerme en vigilia hasta ese momento, pensé que enfrascarme en la lectura ayudaría.

Lena negó con la cabeza y se estiró en su posición para posar un beso en mi cuello. Incliné mi rostro y le ofrecí los labios, los cuales besó. La abracé con ternura y posé un último beso sobre su cabeza.

- Si te molesta la luz me dices.- Susurré mientras alcanzaba con la mano libre la novela policíaca que reposaba en la mesilla de noche.

- Estaré bien.- La respuesta la exhaló como si fuera un suspiro. - Me basta con sentirte cerca para poder dormir.

Con solo escucharle decir eso, podría haber saltado de la cama y haber dado brincos por todo el dormitorio de pura felicidad durante toda la noche. El agarre que ella tenía sobre mi cintura evitó que me dejara yo sola en evidencia haciendo el mayor de los ridículos. Mi corazón se disparó como loco en mi pecho, Lena a su manera volvía a decirme que me quería y yo no podía ser más feliz.

Besé su coronilla y sonreí. - Dulces sueños, corazón.

Abrí la novela y traté de zambullirme en la historia, pero no llegué a hacerlo por completo hasta que la respiración de Lena se volvió profunda y pausada. Cuando ella se entregó en los brazos de Morfeo, volví a besar su cabeza y centré toda mi atención en la lectura.

Me las ingenié para ir pasando las páginas con sumo cuidado, evitando moverme demasiado y despertarla. Llevaba un buen rato leyendo, había cruzado el ecuador del relato y estaba ya haciendo mis propias cábalas sobre la identidad del asesino. La historia tenía su miga porque iba relatando dos historias paralelas, que habían acontecido con años de diferencia entre sí. Ambas, presumiblemente, unidas a la figura del criminal.

La trama estaba ya en su punto álgido y al parecer, también la pesadilla de Lena. Se revolvió sobre mi pecho, sacudiéndose de mi abrazo. Dejé caer a un lado el libro, sin importarme haberlo hecho sin marcar la página por la que iba y éste rodó cama abajo, hasta estrellarse contra la alfombra a los pies del lecho.

- Cariño...- Susurré acomodándola entre mis brazos. - estás teniendo una pesadilla, solo es eso. Sigue mi voz, estás en casa conmigo, en mi cama.

Acaricié su mejilla y sentí el sudor frío que bajaba desde su frente. Sus labios se movieron pronunciando palabras sin sentido, primero en un murmullo bajo y después, fueron subiendo el volumen.

Besé su frente y el sabor salado de su sudor llegó hasta mis papilas gustativas. - Lena, corazón, no tienes nada que temer, ¿me oyes? Aquí solo estamos las dos.- Deslicé los dedos suavemente por su cuero cabelludo. - Él no puede lastimarte ya, nunca más podrá.- Observé sus facciones, su expresión aún seguía tensa, pero los murmullos habían cesado. - Eso es mi amor, estás a salvo, te lo prometo. Confía en mí, no dejaré que nada malo te ocurra.

Seguí extendiendo mi monólogo en el tiempo, tanto como fue necesario hasta que la pesadilla de Lena desapareció del horizonte. Mantuve un tono de voz suave y tierno, haciendo promesas que sabía perfectamente que no era capaz de cumplir, pero que desearía llevarlas a cabo. Por ella, estaba dispuesta a todo, haría cualquier cosa.

VirahaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora