Son solo tres noches

743 103 10
                                    

Al dar las once de la noche me metí en la cama más por inercia que por sueño. La perspectiva de dormir sin Lena era desalentadora. Son solo tres noches Kara, tú puedes. Hice un ovillo con mi almohada, la puse contra el cabecero y me senté en la cama usándola como respaldo. El objetivo era cansar la vista leyendo un rato. Quizás de esa forma dormir podría parecerme más apetecible. Cogí el libro que tenía sobre la mesilla de noche y busqué la página donde lo había dejado la última vez. Mentalmente intenté hacer un cálculo de cuándo había sido eso.

Antes de conocer a Lena solía leer a todas horas; en cuanto tenía un rato libre, ya fuera en el autobús de camino o vuelta de la oficina, como en la cama antes de dormir o en la bañera. Pero desde hacía unos meses, esa rutina se había visto afectada, renunciando a algo que siempre me había gustado hacer. No pretendía quejarme. Las actividades junto a mi chica eran tanto o más placenteras.

Para refrescar mi memoria, volví atrás unas cuantas páginas y releí el capítulo. Era un thriller ambientado en Italia: mi pasión por el país y el hecho de que el autor fuera una mujer había sido suficiente motivación para comprarlo. Por si eso fuera poco, su protagonista también era femenina. La novela tenía todas las papeletas para ser una historia que me atrapase desde el primer capítulo. No tardé en desempolvar la trama que había conservado en mi memoria: una serie de asesinatos en un pueblo del norte, entre las montañas, incomunicado por una fuerte nevada. Era una novela policíaca al estilo nórdico, pero con el carácter y temperamento de los personajes italianos. ¡Mamma mia! Caí nuevamente en su red. En menos de cinco minutos estaba devorando las páginas con una velocidad de vértigo, bajo un ansia de anticipación con ese afán por ir descubriendo al culpable. Tanto me metí en la historia que perdí la conciencia de qué hora era.

El pitido de una notificación del móvil me sobresaltó e inevitablemente me sacó de la concentración que tenía en la lectura. Marqué la página que estaba leyendo y cogí el teléfono. Bastó con leer el nombre de la emisora del mensaje para sonreír como una tontorrona. Lena.

"¿Duermes? Por favor, dime que aún no es demasiado tarde."

Dejé el libro en la mesilla de noche y me recosté en la cama. Sin contestar a su mensaje, marqué su número de teléfono. Ella respondió al primer tono.

- Ey...- Fue su saludo informal y lo pronunció como si sintiera alivio.

- ¿Qué tal estás, corazón?- La sonrisa seguía pintada en mis labios y estaba segura de que ella podía escucharla en mi entonación.

- Ahora que oigo tu voz mucho mejor.- Exhaló un suspiro.

- Tan mal fue el primer día, ¿eh?

- Este cliente va a acabar conmigo, cinco horas reunidos y sigue en sus trece. No entiende que lo que quiere no es viable.- Recitó las palabras con desgana y al terminar volvió a suspirar. Entonces tuve la certeza de que Lena estaba al borde del agotamiento extremo. - ¿Sabes? Esta noche mataría por uno de tus masajes.

Sonreí por el piropo que indirectamente me había lanzado. - ¿Tienes bañera en esa habitación? No es lo mismo, pero apuesto a que un buen baño te relajará.- Propuse rauda. Yo también habría querido estar allí para darle ese masaje que tanto anhelaba.

- No tengo fuerzas ni para esperar a que se llene de agua. Seguramente me quedaría dormida antes.- Murmuró derrotada.

- ¿Cómo de lejos tienes la maleta?- Pregunté haciéndome la interesante.

- A los pies de la cama, ¿Por qué?- El tono de Lena había cambiado de completo agotamiento a mostrarse intrigada.

- Puede ser o puede no ser...- Canturreé risueña. - que haya metido algo de contrabando entre tus cosas.

VirahaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora