Un no sé qué

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Tener a Lena a mi alrededor trajo de vuelta mi sonrisa. Esa no fue la única cosa que cambió. El tick del ojo desapareció tras el primer orgasmo y el tembleque de mis manos digamos que fue útil para ciertos fines.

Para cuando me monté en el asiento del copiloto del coche de Lena, bajé el parasol y observé mi reflejo en el pequeño espejo ahí escondido. La imagen que me devolvió mi rostro era otra. Todavía mis ojos no tenían ese brillo que los hacían cobrar vida, pero definitivamente la Kara de los últimos días había desaparecido.

Me ajusté el cinturón y deslicé la mano por el muslo de Lena. Ella puso en marcha el coche y lo condujo entre calles hasta sacarnos de la ciudad. Los músculos de su pierna se tensaban y destensaban bajo mi mano cada vez que ella aceleraba o frenaba en los semáforos. Había intentando sonsacarle nuestro destino sin éxito. Las técnicas más insistentes aprendidas en la universidad fueron inútiles, incluso había empleado una táctica más infantil pero igualmente efectiva: la de preguntar una y otra vez "¿Adónde vamos?¿Queda mucho?" Lena seguía guardando silencio, con una sonrisa cada vez más amplia en su rostro, divertida con mi fracaso en las indagaciones. A pesar de esa pequeña frustración debido al desconocimiento del paradero al que nos dirigíamos, la sensación que me invadía en ese momento era de calma y alivio. Francamente, poco me importaba el destino, junto a Lena me sentía más viva y plena de lo que me había sentido los días anteriores. Puede incluso que no solo se limitara a mis últimos días y que pudiera extenderlo a mis últimos años. Ella me había hecho revivir y me había sacado del pozo en el que había caído. Adonde fuera que me llevara, iba con ella. Lo cierto era que la habría seguido hasta los confines del mundo o hasta el mismísimo infierno y lo habría hecho con una sonrisa en los labios, tal y como iba en ese preciso instante.

El sol brillaba en lo alto del cielo y su luz bañaba los campos de cultivo que se divisaban a ambos lados de la carretera. En cuanto nos alejamos de la costa las hectáreas de cereal empezaron a intercalarse con las de maíz y patata hasta donde se perdía la vista. Era un paisaje que apenas había disfrutado por no tener vehículo propio, no por falta de ganas. Fue otra de las cosas de las que tuve que prescindir para poder permitirme el apartamento en el que vivía. Volví la mirada al interior del coche, las vistas del campo podían ser espectaculares, pero nada en comparación con la mujer que iba al volante. La miré embelesada, sin pudor ni temor a que ella pudiera ver mis mejillas sonrojadas, puesto que toda su atención estaba en la carretera. Me tomé mi tiempo en explorar las facciones de su rostro: la línea de su mandíbula que parecía señalarme el camino donde depositar mis besos, sus labios carnosos que conocían mi nombre y lo pronunciaban de tal forma que hacían temblar todo mi ser. Tragué saliva e inspiré profundamente. Mis ojos se detuvieron sobre la cicatriz de su párpado derecho, una especie de media luna bajo su ceja, de la cual aún no sabía la causa. Debí de permanecer mucho tiempo en silencio o finalmente Lena se dio cuenta de ser el centro de mis miradas. Su voz me sacó del trance en el que me encontraba.

- ¿Tengo algo?- Me miró de reojo y se frotó la mejilla.

- Tienes un no sé qué...un qué sé yo...- Sonreí sin apartar la mirada de ella. - que me tiene coladita por tus huesos.- Sentí la necesidad de piropearla. Alcé la mano y acaricié sus cabellos, deslizando un mechón tras su oreja.

La risa suave de Lena acarició mis tímpanos y un leve rubor se instaló en sus mejillas. - ¿Estás intentando adularme para sonsacarme el destino? No te funcionará.- Bromeó.

Me giré en el asiento para mirarla de frente, ella solo volvió su rostro un instante para sacarme la lengua y luego se centró nuevamente en la carretera. - Ti guardo e mi vengono i brividi, ma quando cerco di dirti cosa provo, mi mancano le parole.- La frase salió así de mi boca, de improviso, en italiano. Lena alzó la ceja; esa que yo sí que podía admirar desde mi posición y sin dejarla siquiera pronunciar una palabra proseguí. - Tu rendi più bello il mio mondo.

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