Epílogo

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Imagino que os preguntaréis qué ha sido de nosotras y si tuvimos nuestro final feliz. Si para vosotros ese final feliz solo puede ser una boda, lamento deciros que aún no lo hemos alcanzado.

Dicho lo cual, creo que no he sido más feliz en mi vida de lo que lo soy ahora. Hace tres años que me mudé oficialmente al apartamento de Lena. No voy a mentir diciendo que todo este tiempo ha sido un camino de rosas. La convivencia es una montaña rusa y las dos somos muy distintas en algunos aspectos, pero el balance final es muy positivo. 

Ambas hemos construido una relación fuerte y estable, en la que predomina la confianza mutua y el respeto. Ha sido el resultado de un duro trabajo en equipo con ayuda extra de nuestra terapeuta.


Mi familia ya sabe de mi orientación sexual; sinceramente no sé por qué esperé tanto para decírselo, fue un alivio soltar el lastre y ellos se lo tomaron de maravilla. Todos mis miedos en ese sentido, por fortuna, eran infundados. 

Mi madre dijo, literalmente, que ellos solo querían verme feliz y tras conocer a Lena, solo pudo corroborar que ella me hace feliz.

Mis padres la han incluido en la familia y para ellos es como una hija más, a veces creo que la quieren a ella más que a mí, pero supongo que eso son solo ideas que me mete mi mini-yo pesimista en la cabeza. No os preocupéis por eso, estoy trabajando con la terapeuta para sacar de ahí esa voz de Pepito Grillo.

A lo que iba, que me voy por las ramas: al final Lena ha encontrado en mis padres lo que siempre anheló obtener de los suyos.

Ojalá yo pudiera decir lo mismo de mis suegros. Desde el primer momento recibí el mismo trato por su parte que el que me dieron Sam y Andrea. Parecen estar esperando que yo sea una fase temporal más en la vida de su hija y que, tarde o temprano, acabaré desapareciendo de sus vidas, ella entrará en razón y se emparejará con alguien digno de su status.

No es que me importe demasiado su opinión, sé lo que siente Lena por mí y que el criterio de sus progenitores no le afecta en absoluto. Francamente, siento lástima por ellos. No podrían estar más equivocados en su comportamiento y lo único que van a conseguir es que su propia hija termine por excluirlos de su vida. Bastante les ha aguantado y consentido ya. Me considero una persona paciente pero tras presenciar en primera fila varios de los desplantes dirigidos hacia ella, tengo que admitir que Lena tiene una infinita paciencia, muy superior a la mía. Si estuviera en su situación, hace años que los habría mandado al carajo.


Hablando de gente desagradable... la señora Grant no ha vuelto a darme problemas. Ambas hemos mantenido las condiciones de nuestro pacto, ella no me complica la vida y yo no pulso el botón nuclear. Sigue siendo una mujer impertinente, snob y altiva, que disfruta haciendo sangre del prójimo. ¡Hay cosas que no cambian!

En cuanto a mi trabajo hay una novedad: ya no soy redactora junior en CatCo, conseguí un ascenso por méritos propios. Mi investigación sobre las organizaciones no gubernamentales acabó dando sus frutos. Destapé una trama de corrupción que desviaba el dinero de la financiación pública de alguna de ellas directamente a los bolsillos de sus directivos. Todo un alambicado sistema de blanqueo de dinero que se embolsaban sin declarar a Hacienda. Mi nombre, por primera vez, iba unido a una exclusiva importante y no ha sido la única.

Ahora, como reportera de investigación, tengo más manga ancha para escoger qué historias quiero cubrir. Snapper ya no me encarga coberturas diarias, ni esquelas — No lo echo de menos ni un poquito. — y puedo dedicarme a fondo con los temas que más me interesan. Eso me llevó a mi segundo gran reportaje, del que me siento más orgullosa porque me toca en lo personal.

VirahaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora